Entre abril y junio, cientos de tornados zarandean con más o menos brutalidad las llanuras de Estados Unidos. Las fotografías de la tragedia de Oklahoma muestran el poder devastador de una masa de aire a gran velocidad. Desde el punto de vista de ocio, pudiera parecer que lo más razonable es quedarse en casa, lejos del huracán. Y sin embargo, el turismo relacionado con los cazadores de tormentas es un valor en alza.
Decenas de empresas organizan cada primavera expediciones en busca de tornados guiadas por fans de la meteorología, del riesgo, de los cielos hoscos y amenazantes. Acuden viajeros de todo el mundo armados de cámaras de fotos y de vídeo, confiados en llegar suficientemente rápido al lugar apropiado para tomar la imagen más impactante, para sentir de cerca el poder de la naturaleza. Una de las agencias más conocidas es Tempest Tours, por si quieren echar una ojeada a su oferta. La foto que ilustra esas líneas esta tomada en una de sus rutas.
El lugar perfecto para este tipo de expediciones es «Tornado Alley», un amplio territorio en las grandes llanuras, desde Dakota a Texas, donde el frío aire polar de Canadá se encuentra con el cálido aire tropical del Golfo de México. Cada año se contabilizan allí unos 700 tornados de más o menos intensidad.
La experiencia de los cazadores de tornados quedaba aceptablemente reflejada en Twister, aquella película basada en un texto de Michael Crichton. Pero una cosa es ver el espectáculo en el cine y otra en pleno campo, sin protección, a la espera de que el «bicho» cambie o no de dirección. Un asunto menor para muchos turistas. Un ejemplo: otra empresa especializada en buscar tornados, Extreme Tours, ofrecía días atrás en su página web diecisiete expediciones. Pues bien, solo en tres de ellas queda alguna plaza libre. Y no, no es barato. Precios: ruta de 10 días, 3.500 dólares por persona; siete días, 2.600.
Por: J.F. Alonso