El empresario ruso Anfrey Melnichenko es el propietario del ‘Sailing Yacht A’, una embarcación con helipuerto, tres piscinas, ocho plantas y 55 tripulantes.
Sailing Yacht A, un espectauclar barco que se construyó en Kiel, Alemania, donde se hacen las embarcaciones más importantes del mundo.
Este modelo mide 142 metros (468 pies) de eslora por 24,8 de manga —lo habitual en un yate de lujo son 35 metros (156 pies)—, tiene tres mástiles de 91 metros cada uno y en él trabajan 55 personas.
En la superficie, hay un helipuerto y tres piscinas (una de ellas con el fondo de cristal). El desafío arquitectónico naval continúa en el interior: ocho plantas, visión subacuática, seis suites y una discoteca, entre otras instalaciones.
Está valorado en 500 millones. La embarcación se encuentra estos días fondeada en la bahía de Meads en Anguila, en el Caribe. El año pasado el barco fue visto en las islas baleares en uno de sus primeros viajes todavía de prueba.
Melnichenko, de 47 años, es según Forbes uno de los millonarios más jóvenes de Europa con una fortuna estimada en 15.000 millones euros. Su esposa, de 42 años, es una exmodelo y cantante de música pop de Serbia.
El millonario inició su carrera al frente de un puesto de cambio de divisas en la turbulenta Moscú de 1992. Oriundo de la región de Gómel, en Bielorrusia, Melnichenko estudió en la facultad de Física de la Universidad de Moscú y acabó la carrera de económicas en 1997.
Para entonces, ya había fundado la empresa de vigilancia Arktur y había llegado a ser presidente del consejo de dirección del banco MDM.
Su trayectoria es la de un avispado empresario que salió adelante durante la fiera década de los noventa, cuando la nueva oligarquía se repartía los bienes del Estado soviético.
Melnichenko es un gran aficionado a los barcos y ha poseído algunos de gran valor. Hace dos años vendió uno el A por 300 millones también diseñado por Philippe Starck con casi 2.200 metros cuadrados repletos del lujo y las excentricidades habituales (muebles con piel de cocodrilo, grandes espejos y superficies brillantes por doquier) en un barco de este tipo.
La seguridad era una de las claves del buque: cristales antibalas de 44 milímetros de espesor, más de 40 cámaras del circuito cerrado de televisión, sensores de movimiento, acceso a los camarotes a través de la huella dactilar, e incluso se habla de una cápsula de escape a lo James Bond para el propietario.