Las calles son las mismas durante todo el año pero la mirada de los turistas y fieles cambia en Jerusalén durante la Semana Santa, llenándose de solemnidad, como también los sonidos entre las desgastadas piedras de la Ciudad Vieja y las vestimentas litúrgicas degradadas del morado penitencial al rojo pasión, en el punto álgido de la celebración más emotiva para el cristianismo.
Domingo de Ramos, el comienzo
“La Semana Santa comienza con un momento muy importante, el Domingo de Ramos”, cuenta de carrerilla el franciscano Artemio Vítores quien, a sus 70 años cumple ya 48 en Tierra Santa.
Explica que, a las orillas del desierto y de la ciudad, Betfagé fue el lugar donde Jesús mandó a sus discípulos a buscar una burrita y, sobre su lomo, emprendió el viaje a Jerusalén.
Entre “Hosanas (salves)” y “Alégrate Jerusalén”, el Domingo de Ramos aúna las voces y música de los miles que marchan juntos, bajo la sombra de sus hojas de palma o ramas de olivos, bendecidas en la misa de la mañana, en la festividad más alegre.
Transición de misas hasta el Jueves Santo
Al diluirse la contagiosa alegría del Domingo de Ramos, los fieles se preparan para el duelo con una sucesión de misas entre semana que preceden a la llegada del Jueves Santo, cuando comienzan los días más intensos.
En esta jornada, solo un pequeño grupo de privilegiados participa en la ceremonia que simula el Lavado de Pies que Jesús hizo a los doce apóstoles en la Última Cena, protagonizado en Tierra Santa por el patriarca latino en la pequeña sala del Cenáculo, extramuros de la ciudad vieja.
Vista de la Cúpula de la Roca a través de una ventana de la iglesia del Dominus Flevit, en el Monte de los Olivos, Jerusalén,.
Este hecho hace difícil para algunos peregrinos, con la emoción a flor de piel, la transición del Cenáculo al huerto de Getsemaní, a las faldas del Monte de los Olivos, para iniciar la rememoración de la Pasión.
Quizá con el deseo de dar con el árbol sobre el que Jesús descansó antes de sucumbir al miedo de ser apresado y muerto, los creyentes se dispersan sobre el terreno y, en silencio, oran antes de poner rumbo a la Iglesia de San Juan en Gallicanto, para recordar cómo Pedro negó tres veces a su maestro.
La Vía Dolorosa y el Viernes de Pasión
En el amanecer del Viernes Santo, una multitudinaria procesión recrea el “Vía Crucis”. Por la Vía Dolorosa, los fieles rememoran los pasos de Jesús a su crucifixión. Aquí, la procesión que recorría las angostas callejuelas desemboca en el recinto que da entrada al Santo Sepulcro.
Unos polícias de fronteras israelíes apostados en Vía Dolorosa miran a un chico palestino que lleva una cruz cristiana de madera sobre su hombro.
EFE/Jim Hollander
Jerusalén no solo es morada de los creyentes que van y vienen; también es hogar de un pequeño porcentaje de cristianos de diferentes orígenes, mayoritariamente árabes y ortodoxos, que tienen el privilegio de ser parte de la escena de Tierra Santa.
Sin duda, uno de los lugares turísticos con gran atractivo durante todo el año que en estas fechas incrementa exponencialmente su interés.