Por: Virginia Martínez
El Gobierno del país escandinavo impulsó un proyecto de 18 rutas panorámicas con las que pretende ir más allá de las visitas de crucero, en conjunción con una arquitectura vanguardista.
Nuestro camino empieza en la nada. Rodeados de montañas y soledad, en un lugar donde uno se siente la única persona en el mundo. Estamos en los fiordos noruegos, pero este recorrido tiene algo de especial: a este punto solo se llega por una sinuosa y estrecha carretera en desuso, que será el eje del viaje. Utsikten, en el sureste de la península escandinava, es uno de los miradores construidos a lo largo de las 18 rutas panorámicas que atraviesan el país de norte a sur. Un proyecto que recorre los 1.100 kilómetros de los fiordos noruegos con el que el Gobierno pretende ir más allá del turismo de crucero.
Mirador de Utsikten, en la carretera de Gaularfjellet.ampliar fotoMirador de Utsikten, en la carretera de Gaularfjellet.
El mirador de Utsikten no es un simple balcón al fiordo. La mole construida al final de la carretera de Gaularfjellet consta de tres triángulos de cemento que se levantan formando una especie de abanico en posición casi perpendicular al suelo. Porque tanto este como el resto de miradores de las 18 rutas panorámicas son obras «innovadoras y provocadoras» de arquitectos jóvenes para revitalizar carreteras secundarias ahora muy poco transitadas. La iniciativa del Gobierno noruego pretende llevar a los visitantes hasta puntos remotos con el atractivo de estas construcciones y potenciar así el turismo de estas zonas. «Esta ruta de Gaularfjellet tuvo su máximo esplendor en los años 70 y 80, pero luego se construyeron nuevas carreteras y túneles y el tráfico empezó a disminuir. Y desde que abrimos esta ruta panorámica y construimos este espectacular mirador, el tráfico no ha parado de aumentar», explica Trine Kanter Zerwekh, project manager de las rutas panorámicas. Un viaje que realizó EL PAÍS invitado por la empresa estatal Innovation Norway.
La iniciativa aprovechó el entramado de vías secundarias que serpentean por las diminutas islas de los fiordos noruegos. El país tiene poco más de 5.300.000 habitantes con una baja densidad de 16 residentes por kilómetro cuadrado. El proyecto se lanzó en 1994 y está previsto que termine en 2020, pero sus responsables esperan que continúe después de esta fecha. Hasta ahora se han completado unas 150 construcciones y quedan otras 100 por levantar. Pero a lo largo de las carreteras no solo se han construido miradores, sino también áreas de descanso, baños o hitos artísticos, todos bajo una estética vanguardista. Algunos se han hecho tan famosos como el aseo público Ureddplassen, en la ruta Helgelandskysten, que cruza el Círculo Polar Ártico y es la más larga de las 18. Este baño fue calificado por una publicación especializada como el más bonito del mundo el año pasado.
Las estructuras construidas a lo largo de las 18 rutas panorámicas son obras vanguardistas de arquitectos jóvenes en simbiosis con el entorno
Un éxito que ha tenido un efecto directo en la economía local. «Las empresas que hay a lo largo de las rutas han duplicado sus ingresos y algunas incluso las han triplicado», subraya Kanter Zerwekh. Noruega registró más de seis millones de pernoctaciones en sus fiordos en 2018, unas 200.000 más que el año anterior, según datos del Gobierno. Muchos los visitan en crucero, pero este proyecto intenta que los turistas planifiquen el viaje en sus propios vehículos o alquilados, y diseñen un periplo con paradas en las localizaciones donde están ubicadas estas construcciones. «Lo que queremos es que la gente no solo venga y los cruce rápidamente [los fiordos], sino que se quede más tiempo y gaste más dinero», añade la project manager. El fin último es crear una red turística que englobe a restaurantes, hoteles o empresas de multiaventura para dar trabajo a los residentes de la zona y evitar así la despoblación de estas pequeñas localidades.
«Este tipo de viaje me permite organizar mejor el tiempo. Y puedo moverme libremente, sin estar sujeto a un horario estricto ni a un grupo [como en los cruceros]. Conducir me permite aparcar en cualquier sitio para ver las vistas y las estructuras», cuenta Kalek Wamgy, de 29 años y nacionalidad china, que viaja junto a su novia. «Algunas noches hemos dormido en hoteles, pero también en Airbnb y en casas de gente local», manifiesta delante del puente de Hulvagbrua, en la ruta Atlanterhavsvegen. Junto a Wamgy, otro grupo de turistas asiáticos baja de un minibús para fotografiar la estructura, que conecta dos de las pequeñas islas. Porque en las estrechas carreteras secundarias se mezclan quienes optan por el coche y quienes lo hacen por el trayecto con más personas. Sophie Dabikles es conductora de uno de estos autocares y subraya que el turismo de las rutas panorámicas ha ido en aumento en los últimos años: «En la temporada alta de verano tengo unos cuatro o cinco viajes al mes que duran cinco días con 30 o 35 personas. Llevo a todo tipo de turistas, muchos españoles, alemanes, y sobre todo americanos, También algunos chinos y japoneses».
Una red de economía local
La carretera de la ruta Geiranger-Trollstigen.ampliar fotoLa carretera de la ruta Geiranger-Trollstigen.
En el puerto de Geiranger, una de las localidades más conocidas de las rutas escénicas, varios empresarios de la zona se mezclan con los turistas. Todos montan en el pequeño barco que recorre el fiordo en un trayecto de en torno a hora y media. Mientras los turistas sacan fotografías a las cascadas y al dibujo serpenteado de las carreteras en la ladera, los dueños de los negocios ponen en común sus impresiones sobre el sector. «Nuestra temporada alta es julio, pero nos gustaría tener más turismo a lo largo del año. Ese es nuestro principal objetivo. Y creo que las rutas panorámicas pueden ayudar a esta meta», manifiesta Kenneth Loken, dueño de uno de los restaurantes del pueblo junto a su esposa. El matrimonio tiene tres hijos que van a la guardería junto a otros niños del municipio. En la localidad no solo residen noruegos, sino también polacos, ingleses o españoles, atraídos por la oferta de empleo, que excede a los habitantes de Geiranger. «Además trabajamos con empresas locales como electricistas o fontaneros, compramos la carne en la carnicería del pueblo… Así que influimos mucho en la economía local», subraya Tore Haldorsen, director del hotel Geiranger.
Impacto medioambiental
Pero no todo fueron buenas palabras en sus orígenes. Algunos residentes criticaron la construcción de unas estructuras cuya arquitectura vanguardista rompía con el entorno salvaje del fiordo. Otros se quejaron de que en algunos lugares el material utilizado no era de origen local. Pero el auge de la economía acabó por superar a las críticas. «Algunos ecologistas reaccionaron mal al proyecto, pensaban que un mirador como este era demasiado invasor con el paisaje», recuerda la project manager en Utsikten. «Al principio la gente estaba preocupada con esta arquitectura moderna en las montañas», manifiesta Hilde Bakke, portavoz de una centena de empresas turísticas de la región. El diseño de las construcciones busca una simbiosis con el entorno natural, utilizando como recurso las líneas y colores del paisaje. El mirador de Trollstigen, por ejemplo, supuso una inversión de más de 207.700 euros y ocho años de trabajo. Respecto a la contaminación por el tráfico de vehículos, Trine Kanter Zerwekh subraya que con las rutas panorámicas se esparce el tráfico por todo el territorio en lugar de centrarse en algunas zonas. Además, seis de cada 10 coches vendidos en Noruega son eléctricos, siendo el primer país del mundo por porcentaje de este tipo de vehículos.
Varios turistas se fotografían en el mirador de Trollstigen, en la ruta Geiranger-Trollstigen.ampliar fotoVarios turistas se fotografían en el mirador de Trollstigen, en la ruta Geiranger-Trollstigen.
Evitar la despoblación
En la ruta Geiranger-Trollstigen se encuentra la ciudad de Åndalsnes, de unos 3.000 habitantes. La urbe basa gran parte de su economía en el sector turístico con empresas dedicadas a deportes al aire libre, alojamientos hoteleros o un gran museo sobre escalada. Lars Olavhustad es su alcalde: «Somos un pueblo pequeño y yo, como alcalde, quiero que la gente joven quiera quedarse aquí. Pero para eso tenemos que conseguirles trabajo, y con el turismo y gracias a las rutas panorámicas hay más empleo». Una idea que comparte Bakke: «El problema de pequeñas localidades como esta es que cuando no hay muchas cosas interesantes por hacer se marchan a ciudades más grandes, pero cuando podemos ofrecer buenos puestos para trabajar, la gente viene aquí en lugar de irse. Y mantenemos a nuestra gente joven en el pueblo». Paradójicamente, el Gobierno ha proyecto una macroautovía para 2026 que hará más accesible la conexión entre las islas de los fiordos. Pero la segunda vida de las pequeñas carreteras seguirá con las rutas panorámicas.
Una red turistica en 360º
En el entorno que rodea a las rutas han proliferado empresas de multiaventura, dentro de la red de negocios locales que han surgido y se nutren de las carreteras panorámicas. Algunas ofrecen la posibilidad de ver glaciares, como en el vídeo inferior, en el que se reproduce un ascenso al glaciar Briksdal. Puede ver el recorrido en un vídeo en 360 grados.