El turismo se ha convertido en la principal actividad económica del país, generadora de divisas y de empleos, además de encadenarse con otras actividades económicas importantes como la agricultura, el sector financiero, la construcción y los servicios diversos.
A través del desarrollo de este pujante sector, que ya abarca más de 80 mil habitaciones hoteleras y que sigue en expansión con la construcción de nuevos proyectos hoteleros, el país se ha proyectado como el principal destino turístico del Caribe, siendo un ejemplo referencial para otros países competidores de la región.
Cabe destacar que Punta Cana, como parte de ese desarrollo, se ha convertido en lo que se denomina la “marca país”, reconociéndose más que la propia República Dominicana en el exterior. La fortaleza de la zona turística de todo el Este, sobre todo, es consecuencia de la belleza de sus playas, la calidad de la hotelería y la amabilidad de los dominicanos, facilitadores graciosos de una ambientación propicia para la divertida convivencia.
La transformación económica y social del país propiciada por el modelo de economía de servicio, dentro del cual el turismo constituye la nueva “espina dorsal” de la economía dominicana, se ha logrado combinando una acertada estrategia con los atractivos naturales del país y las grandes cadenas y capitales internacionales y locales que mueven esa gran industria.
A esas condiciones se ha añadido el fuerte liderazgo que ha acompañado el desarrollo del sector y su dedicación a un trabajo profesional e institucional que ha hecho galas de un buen manejo de la hotelería turística, de acuerdo a los protocolos internacionales que garantizan excelentes servicios y un alto nivel de seguridad para los turistas y sus familias.
Ese sitial logrado con esfuerzo y dedicación y con apoyo de los gobiernos, hay que cuidarlo y preservarlo para que siga dando los frutos positivos que viene brindado a la economía dominicana. El turismo es uno de los pilares en que se sostiene el crecimiento de la economía, crecimiento muy reconocido por las agencias internacionales, tal como lo ha manifestado el FMI en su más reciente comunicado sobre la situación dominicana.
Por esas razones los hechos casuísticos y “azarosos” ocurridos con la agresión y el fallecimiento de unos cuantos turistas, cuyos casos son todavía investigados por las autoridades, no deberían causar la alarma y alboroto que se han levantado a través de un poder mediático, nacional e internacional, que hace del escándalo una estrategia de manipulación de mercados, tal vez asociado a competidores foráneos interesados en perjudicar la “marca país” lograda por el turismo dominicano.
Esas circunstancias deben servir de experiencias para que los estrategas y manejadores turísticos, en coordinación con las autoridades, fortalezcan los elementos del protocolo de gestión, con énfasis en el manejo de las investigaciones y la adecuada difusión mediática, a modo de minimizar los efectos negativos de la contra campaña, espontánea o calculada, de los enemigos del sector.
Esa comunicación y difusión de los casos de ese tipo, deben tratarse con transparencia, rapidez y pertinencia, en coordinación con las autoridades, a manera de no dar lugar a ambigüedades y confusiones que alimenten la fábrica de rumores y versiones dañinas.
¡Preservemos con profesionalidad y sin engreimientos oligárquicos el turismo dominicano!