Desde hace semanas República Dominicana está afectada por un torbellino noticioso que ocasiona un serio problema de imagen que amenaza la industria turística nacional. Una serie de incidentes que afectaron a estadounidenses en hoteles dominicanos han sido ampliamente reseñados por la prensa americana; lo que se agrava por el impacto que tuvo el intento de asesinato a David Ortiz, que desde los Estados Unidos se narra con informaciones bochornosas para el país.
Según los primeros indicios, lo acontecido al excelso atleta y mejor ser humano, no guarda relación directa con la seguridad ciudadana, menos con la seguridad turística… Pero indudablemente opera como combustible para un incendio en ciernes; una crisis fabricada por sectores vinculados a competidores regionales, interesados en mermar el extraordinario crecimiento desplegado por el destino República Dominicana en los últimos años… Víctima en esta coyuntura de una campaña que, si bien sustentan competidores regionales, cuenta con complicidad local de individuos que todo lo politizan.
Sujetos que no se detienen ni ante el daño que estas manipulaciones pueden acarrear sobre todos los dominicanos.
Como se trata de ataques graves, con efectos potencialmente peligrosos para la economía dominicana, el Gobierno debe actuar con presteza, disponer recursos y adoptar medidas para contener la amenaza.
Deben diseñarse campañas publicitarias enfocadas en la seguridad que disfrutan los turistas que nos visitan, divulgarlas ampliamente en los Estados Unidos, y activar las oficinas de promoción del turismo y la inversión, y a todo el servicio exterior que nos representa en territorio estadounidense, en una contraofensiva en defensa del país.
No sería difícil… Sólo tendrían que contar la verdad… Y es que, a pesar de las estadísticas oficiales según las cuales se han reducido los índices de criminalidad, los dominicanos se sienten inseguros y desconfían de las políticas públicas en materia de seguridad.
Que rateros, atracadores y sicarios no respetan hora ni lugar, y las drogas y bandas delictivas dominan barrios y calles. Que el sistema de persecución judicial opera como una puerta giratoria para los delincuentes, que entran y salen de las cárceles para continuar con sus actividades criminales.
Que no es un problema de “percepción”, y que los retos que tenemos por delante en materia de seguridad pública son enormes… Pero también que esos niveles de inseguridad no afectan a los turistas que nos visitan, que el año pasado recibimos más de seis millones y medio de visitantes y sólo se reportaron 89 hechos delictivos en su contra, una tasa de 1.4 por cada cien mil visitantes, la más baja de toda la región, que entre los años 2009 y 2018 llegaron al país más de 51 millones de turistas — diecisiete millones desde los Estados Unidos—, y que no existen antecedentes relativos ni similares a los que tan sesgadamente han sido divulgados y comentados por la gran prensa estadounidense… Que se trata de eventos puntuales y no recurrentes, hechos aislados y circunstanciales sin vinculación con la delincuencia, instrumentalizados para maniobrar mediáticamente contra la República Dominicana… Un modelo de desarrollo turístico exitoso y un destino que resalta por su hospitalidad, seguridad y tranquilidad.