Nacida en Europa, la filosofía del «slow travel» o «viaje lento» se ha convertido en un pilar fundamental en la defensa del turismo sostenible, un argumento utilizado por referentes en la lucha por el compromiso medioambiental como la activista sueca Greta Thunberg.
A sus 16 años, Thunberg ha contribuido al resurgir con fuerza del concepto de «Slow travel», que se está consolidando como una tendencia cada vez más demandada por los que defienden un turismo sostenible.
El concepto es de origen italiano y nace en la década de los años 80, de la mano del sociólogo y gastrónomo Carlo Petrini y vinculado a la gastronomía: el «slow food», en contraposición con la cultura del «fast food». Petrini puso en valor la alimentación en relación con los productores y con la calidad de sus productos, así como a la biodiversidad y al medioambiente.
Diez años después, la corriente trasciende lo gastronómico, dando lugar a movimientos complementarios, como la «ciudad lenta».
En esta línea, el movimiento ha atravesado fronteras y actualmente cuenta con la red «Cittaslow» en países como Alemania, Gran Bretaña, Holanda, Noruega o España.
«Uno de los objetivos de la red en la actualidad es precisamente la preocupación por el medioambiente», explica a Efe la alcaldesa de Bubión, María del Carmen Pérez. Ubicado en plena Alpujarra granadina, Bubión es uno de los diez municipios españoles integrados en esta red internacional. Convertirse en un municipio o en una ciudad lenta no solo hace «crecer el turismo», sino que fomenta el vínculo y el respeto por el entorno natural a través de actividades como el senderismo, «uno de sus puntos fuertes», señala la alcaldesa.
Otros nueve municipios que forman parte de la red: Balmaseda (Vizcaya), Begas (Barcelona), Begur (Gerona), La Orotava (Tenerife), Lequeitio (Vizcaya), Morella (Castellón), Munguía (Vizcaya), Pals (Gerona) y Rubielos de Mora (Teruel).
No obstante, no es necesario convertirse en una ciudad lenta para disfrutar del turismo con calma. En esta línea, dado el rechazo al avión como medio de transporte, el tren se convierte en la alternativa más viable, como el Interrail para los jóvenes en Europa, que fomenta «viajes lentos» por «ciudades rápidas».
Con Europa como cuna, la tendencia del «slow travel» defiende la idea de que viajar y conocer un país significa desgranar con calma sus regiones, su cultura y su idioma, así como comprender sus tradiciones, su forma de vida, su gastronomía y sus productos.
«Para nosotros, el ‘slow travel’ significa hacerse amigo de los lugareños, llegar a su territorio en pequeñas cantidades, detenerse en negocios familiares y apoyar a las pequeñas y medianas empresas, tiendas locales, mercados y servicios», explica Carol Haslam, directora de Slow Tours Europe, una agencia de viajes cuya oferta se centra en el «slow tourism» en territorio europeo.
«Cuando comenzamos en 2007, había dificultades para encontrar otras pequeñas empresas que realizaran giras con una filosofía similar a la nuestra», explica Haslam, que lamenta que «en ese momento no había nadie ofreciendo un sitio web donde la gente pudiera encontrar una buena selección de estos tours».
Sin embargo, el movimiento «slow» cobra cada vez más fuerza, impulsado por su cariz medioambiental, y cada vez son más las plataformas que organizan este tipo de viajes, como Slow Europe, «una comunidad de viajes donde las personas hablan entre sí», en palabras de su creadora, Pauline Kenny.
Slow Europe es un espacio colaborativo en el que «los viajes se organizan haciendo preguntas en el propio foro», con el fin de configurar un itinerario que contenga todos los elementos para convertirse en un «slow travel», explica Kenny.
En el «slow travel» confluyen diversos factores, entre los cuales el respeto al medioambiente y la creciente concienciación se unen al compromiso con la sostenibilidad.