Nadie quiere ser turista cuando hace turismo. Pero la realidad (las fotos de esta noticia lo dicen todo) confirma lo contrario. Los destinos más populares del mundo están saturados. Reciben muchos más visitantes de los que pueden absorber: Cataratas del Niágara, 30 millones al año; Pirámide de Giza, 14,7; Muralla China, 10 millones … Una afluencia desmesurada de viajeros (las cifras se disparan en verano) que hace imposible contemplar la grandeza de esos espacios, disfrutar de su belleza o prestar atención a sus particularidades.
La universalización de la cultura de viajar (en el mundo se mueven alrededor de 1.200 millones de turistas al año) está pasando una cara factura en el bienestar ciudadano de las urbes más visitadas, desborda equipamientos y servicios y daña el equilibro natural de espacios abiertos. Es el coste cobrado por un turismo mal promocionado y gestionado con una oferta que propicia la masificación. El que apuesta por “multitud llama a multitud” y prima la cantidad por encima de la calidad.
Nueva York batió otro récord en el 2018. La ciudad, con Times Square como principales reclamos, tuvo 65,2 millones de turistas (George Rose / Getty)
¿Cómo se ha llegado a este turismo masificado y saturado? “Por las nefastas políticas de las administraciones, que en vez de preocuparse por la gestión del turismo en sus territorios se limitan a promocionarlo –eso es lo fácil– sin que a nadie parezca importarle (para la empresas de viajes esto es un regalo) lo que después se va a encontrar el turista en el destino elegido”, responde Antonio J. Guevara. Es decano de la Facultad de Turismo de la Universidad de Málaga y presidente de la Red Interuniversitaria de Turismo (Redintur) compuesta de 26 universidades españolas con estudios de Posgrado y Doctorado en Turismo.