Una mujer vestida de geisha y un aficionado al rugby posan en el estadio Kumamoto durante el mundial de Rugby en octubre de 2019.
Un cartel que reza «No hagan fotos» como contrapartida a «una marea de quejas provocadas por el acoso y el comportamiento indebido de los turistas extranjeros en busca del selfie perfecto». Así ha informado The Guardian sobre cómo las autoridades de Kioto han prohibido que se tomen fotografías en algunas zonas de Gion, el barrio de geishas de la ciudad. La medida ya se aplica en algunas calles de acceso restringido y no cumplirla implica una multa de hasta 10.000 yenes (unos 80 euros).
Según explica Justin McCurry, la «contaminación turística» de Kioto (que tiene previsto multiplicarse con la llegada de los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020) ha provocado una auténtica avalancha de visitantes esperando cruzarse, «aunque solo sea por un segundo», con las denominadas Geiko (como se conoce a estas artistas) y a sus aprendices (Maiko) para fotografiarse con ellas, ataviadas con sus kimonos, mientras se dirigen a sus citas nocturnas. Gion está lleno de restaurantes en los que las geiko y las maiko trabajan en restaurantes de lujo donde «entretienen a los clientes de los establecimientos en alfombras tipo tatami mientras disfrutan de Kaiseki, cómidas de múltiples platos».
El proyecto piloto que ha establecido el municipio utiliza una aplicación en los teléfonos móviles donde se pide por mensaje a los turistas, en inglés y en chino, que «cuiden sus modales». El texto, que aparece en sus pantallas cuando están a un kilómetro a la redonda, también pide que se eviten las fotografías a las geikos y maikos y que no toquen lo que no es suyo.
El barrio de Gion no es el único que sufre las consecuencias del acoso callejero sobre mujeres convertidas en reclamo turístico en determinadas zonas urbanas. El pasado verano, la alcadesa de Ámsterdam, Femke Halsema, planteó la posibilidad de cerrar el Barrio Rojo de la zona centro de la capital holandesa por el continuo acoso callejero y «situación inaceptable» de las multitudes de turistas sobre las trabajadoras sexuales de la zona.
Halsema aclaró que su voluntad no era perseguir a las trabajadoras sexuales para expulsarlas a zonas menos transitadas, sino tratar de mejorar las condiciones de su trabajo, derivadas de las molestias de unos turistas que les gritan, fotografían e impiden desarrollar su trabajo con normalidad.
No es la primera vez que se trata de protegerlas del acoso, el pasado mes de marzo se aprobó una medida que suspendía las rutas guiadas por el Barrio Rojo. “En estos momentos, está fuera de lugar ver a las prostitutas como un entretenimiento para el turismo”, dijo entonces Udo Kock, concejal de Finanzas. El año pasado, el Ayuntamiento ya estipuló que los grupos dieran la espalda a las ventanas rojas que dan nombre al lugar, cuando se detuvieran para atender a las explicaciones del cicerone. Tampoco podían tomarse fotos, mirarlas de forma continuada o llamarlas a voces. Beber durante el paseo estaba también prohibido. De nuevo, se trataba de evitar la intimidación y reducir la congestión urbana.