Reencontrarse con la familia, vacacionar, disfrutar de las bondades de las tierras caribeñas, contraer matrimonio y alejarse de un país sumido en un estallido social son solo algunos de los motivos por los que miles de pasajeros dominicanos y extranjeros arriban a República Dominicana durante las festividades navideñas.
El Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA), situado en Boca Chica, es el segundo más grande del país en tráfico aéreo y movimiento de pasajeros, y es por donde miles de los llamados dominicanos ausentes llegan al país para reunirse con sus seres queridos y darle apertura a un tiempo de celebración que, por lo general, concluye a mediados de enero.
Ayer, desde tempranas horas de la mañana, la entrada de este aeropuerto fue el escenario donde decenas de personas se aglomeraban para esperar que salieran de los aviones sus allegados, quienes en gran parte de los casos lo hicieron cerca del mediodía.
En uno de esos vuelos iban Marta y Willy García, una pareja de dominicanos residentes en Florida que acostumbran volver a su tierra natal durante la Semana Santa, pero que llevaban más de 20 años que no pasaban las navidades con su familia.
“Venimos a pasarla bien, pasarlo chévere. La música, la comida, la gente, todo es muy diferente. Nos quedaremos más o menos hasta el 18 de enero y queremos reunirnos con mis hermanas, primos, sobrinos, tías”, expresa una sonriente Marta minutos antes de que su sobrino José Villalona fuera a buscarlos.
Mientras que Magaly Báez es una dominicana que vive en Nueva Jersey que llevaba “un gran tiempo ausente” hasta este año, que ha vuelto a República Dominicana en tres ocasiones, la última de ellas fue ayer y con un motivo especial: contraer nupcias. Para presenciar ese momento de regocijo para la familia, el padre de Magaly la acompañó en su viaje aunque anda en silla de ruedas.
Sin embargo, para otros dominicanos residentes en el extranjero volver a Quisqueya sirve para darse un respiro de la situación que atraviesan sus países de acogida, tal es el caso de Alejandro Mejía, que se fue a vivir a Santiago de Chile hace dos años y medio, y que ha vivido en carne propia la crisis social y política que afecta a esa nación andina desde octubre.
Sobre lo que planea hacer en su país de origen, manifiesta que tiene “muchas caras que no he visto en mucho tiempo y el país en sí debe de estar cambiado”. No obstante, detalla que pretende permanecer en la ciudad de Santo Domingo para pasar tiempo con su familia, especialmente con su hija y la madre de esta, con quienes mantuvo un encuentro emotivo en la salida del aeropuerto.