Las empresas de cruceros dieron en 2019 un paso más en su revolución, pues en mayo Royal Caribbean inauguró la primera de las cinco experiencias de destinos privados a las que puso el nombre de Perfect Day en CocoCay, tras invertir 250 millones de dólares en una isla que los barcos de Royal han estado visitando durante años y que ahora ofrece la Torre Daredevil de 41 metros de altura, con siete toboganes de agua, la piscina más grande del Caribe y un paseo en globo de helio que se eleva 120 metros.
MSC Cruises también su nueva isla privada en las Bahamas, diseñada para ofrecer a los huéspedes “una auténtica isla natural de las Bahamas”, en una Reserva Marina de Ocean Cay MSC que tiene siete playas, dos lagunas y un faro, pero sin toboganes, tirolesas o atracciones tipo parque de diversiones.
Norwegian Cruise Line optó por la opulencia con su recientemente inaugurada y exclusiva de Silver Cove en Great Stirrup Cay, donde las villas frente a la playa cuestan hasta 1,100 dólares al día y los clientes disfrutan de una playa privada y un Moet Bar.
Además, Royal y MSC ya están abriendo sus islas a la vida nocturna. Y aunque el plan de Virgin Voyages en Bimini no abre hasta el año 2020, la línea ya ha anunciado planes de Fire y Sunset Soirees. Y todas estas ofertas diferenciadas en las islas significan que, de ahora en adelante, los pasajeros podrán elegir un crucero basado no solamente en su producto a bordo, sino también en la experiencia de las islas privadas.