Holanda ya no se llama Holanda. Oficialmente ha cambiado su nombre a Países Bajos y por los reportes de prensa leídos, la razón de tal reingeniería “de marca” es cuando menos curiosa.
Los Países Bajos no quieren tanto turismo. O al menos quieren otro. La marca Holanda, consideran sus autoridades, está demasiado ligada a la marihuana y a la prostitución (el célebre barrio rojo y sus vitrinas). Quieren rebajar la fuerte presencia en el imaginario internacional de Amsterdam y que las inversiones lleguen por otros motivos y a todo el país.
Es interesante seguir los procesos de países que han triunfado claramente en el sector del turismo. La turismofobia también existe y avisa de que las ciudades tienen un punto de aguante, una capacidad de resistencia ante lo que algunos llaman “hordas” de turistas.
Venecia va a morir de éxito y sus vecinos se manifiestan para que los grandes cruceros se alejen. En Barcelona y otras ciudades españolas del Mediterráneo también hay brotes de rechazo al turismo masivo.
Y en defensa del medio ambiente, hay fuertes movimientos que propugnan un turismo de cercanía y rechazo a los efectos contaminantes de viajar en avión y de los cruceros.
¿Cómo afectará todo esto a República Dominicana? ¿Cuándo? La gran ventaja de ir un poco atrás es que los errores de los demás sirven de advertencia y los aciertos, de guía a seguir.
Después de un año de dificultades llega un año electoral. Para el turismo dominicano esto es importante. Hubo fuertes discrepancias con el todavía ministro de Turismo sobre planificación y estrategias fundamentales. Arranca una segunda fase de recuperación en la Ciudad Colonial y en el Sur empiezan a vislumbrarse varios proyectos de gran calada.
No vamos a cambiar de nombre, pero la industria sí está en evolución.