El lobby de las grandes empresas turísticas publica trimestralmente una serie de datos sobre la coyuntura turística que van mucho más allá del conteo que obtiene el INE a través de sus encuestas Frontur y Egatur. Uno de esos datos se refiere al PIB turístico.
Exceltur calcula que tanto en 2018 como en 2019 creció un 1,5%, moderadamente por debajo del PIB nacional. Algunos han visto esos datos con preocupación, acostumbrados a series históricas en las que el sector había crecido más que el conjunto de la economía. Otros, sin embargo, opinamos que se trata de un síntoma de madurez y que lo normal es que se vaya acomodando a los ritmos de crecimiento de la economía general.
La moderación del ritmo de crecimiento es absolutamente necesaria si tomamos en consideración que en los cuatro años que van de 2014 a 2017 vinieron a España casi treinta millones de turistas extranjeros más, pasando de 53 a casi 83 millones, mientras que el aumento de habitaciones hoteleras fue mínimo.
Las plataformas de reservas pusieron en el mercado una enorme oferta que en general se encuentra en el centro de las ciudades turísticas, mientras que las compañías de bajo coste vendían millones de asientos baratos a esos destinos, generando lo que la revista Skift califica como el hecho más relevante de las última década «el turismo se nos fue de la mano».
Es lo que ellos mismos empezaron a denominar overtourism o exceso de turismo y afectó tanto a marcas establecidas, por ejemplo Barcelona o Venecia, como a otras emergentes –la ciudad de Palma– y a otras imprevistas, como Islandia.
Una de las consecuencias ha sido la denominada turismofobia que este verano ha salido menos en los periódicos que los anteriores y que en realidad no es fobia al turismo, sino al exceso y excesos del mismo.
La propia Exceltur se planteaba la necesidad de frenar el crecimiento en lugares donde las consecuencias negativas superan a las positivas. Como muy bien decía la responsable del marketing de Ámsterdam en un foro previo a Fitur, «nuestros principales clientes son los habitantes de la ciudad». Aquí la palabra cliente adquiere toda su dimensión.
Si el crecimiento no se acomoda a la capacidad de carga nos podemos encontrar con la necesidad de adoptar otras medidas. Por supuesto Exceltur prefiere que se lleven a cabo acciones regulatorias para impedir el crecimiento desordenado de la oferta no hotelera. En otros lugares han llegado a cerrar el destino (Boracay en Filipinas) o a limitar los flujos, Galápagos y otras, pero las medidas más y eficaces son las fiscales que las patronales no aceptan por temor a que afecte a sus clientes –nada impide medidas específicas para los pisos de alquiler–; la misma Ámsterdam ha implantado una tasa turística más alta en el centro de la ciudad que en la periferia.
El crecimiento moderado nos dará un respiro. Hay que aprovecharlo.