La ciudad que nunca duerme, la que nunca deja de sorprendernos, la que jamás termina de construirse, suma un nuevo icono: Edge. Y con él, la parte del mundo que se encuentra al oeste del meridiano de Greenwich, inaugura su mirador al aire libre situado a mayor altura.
Concretamente, a 345 metros del suelo, un suelo que guarda en sus tripas el mayor parking de vagones de tren y metro de la ciudad. Sobre este viejo paisaje tan del siglo XX de trenes y suburbanos que se dirigen a vías muertas, las cocheras de la Gran Manzana, se ha construido parte del desarrollo urbanístico mas importante de la ciudad desde los tiempos de Rockefeller.
El macroproyecto, que arrancó en 2012, está situado al oeste de la ciudad, en la llamada West Side Yards, rebautizada ahora como Hudson Yards. Poco a poco, sus aún incompletos rascacielos van sumando pisos y la zona nuevos hitos.
El que hoy se inaugura está llamado a convertirse en una de las atracciones más populares y espectaculares de Nueva York y no solo de esta flamante nueva zona junto al río Hudson que alberga edificios, centros culturales, deportivos y comerciales, hoteles, espacios de esparcimiento y jardines. Y lo que aún está por llegar. Bautizado como Edge (borde o filo, en inglés) el mirador que hoy abre sus puertas se encuentra en el edificio 30 Hudson Yards, uno de los rascacielos más eficientes del país, en funcionamiento desde hace unos meses y ocupado en su mayoría por Time Warner.
Hay mucho de espectáculo en este edificio, a decir verdad. En su arquitectura de vidrio y acero destaca el saliente triangular que acoge el mirador y que hoy recibe por primera vez a visitantes. Unos visitantes que agotaron las entradas en cuanto se pusieron a la venta el pasado mes de octubre (desde 30 dólares). A él se llega en un ascensor que en unos 50 segundos te lleva al piso 100, a casi 350 metros del suelo.
Previamente se transita por dos zonas que hablan mucho de la manera en que los norteamericanos suelen hacer las cosas: una gran tienda de paso obligado con toda clase de souvenirs y una zona que explica de forma entretenida, futurista y didáctica las bondades de este asombroso proyecto. Por ejemplo: el complejo tiene 30.000 plantas incluyendo 300 árboles de cierta edad y no está construido sobre la tierra.
Recordemos que estamos encima de las cocheras del sistema suburbano de Nueva York y que el proyecto es un banco de pruebas «para ayudar a las ciudades a que mejoren su sostenibilidad«, señala un cartel que explica cómo han conseguido que las raíces de estos árboles replantados crezcan ahora en horizontal para no interferir el paso de los trenes.
El observatorio panorámico en forma de triángulo permite una vista que alcanza, en días claros, hasta los 180 kilómetros. Parte del suelo es también triangular y totalmente transparente, lo suficientemente grande como para hacerse el consabido selfie con un grupo de amigos tumbados a más de 350 metros del suelo. Como flotando en el aire. Sin duda la imagen más cotizada hoy. Y en los próximos días. La que todos querrán hacerse y compartir.
El espacio está ideado como si fuese una plaza e invita al esparcimiento. No como los otros miradores de la ciudad, más bien estrechos, que obligan a los visitantes a darse codazos junto a las paredes que dan al exterior. Aquí son, además, enteramente de cristal, de una altura aproximada de dos metros y medio dispuestos en un ángulo final.
Y además de contemplar la ciudad desde una perspectiva inédita y hacerlo cómodamente en este espacio diáfano de 700 m2, el mirador ha sido concebido para tener alguna que otra experiencia memorable: dispone de un bar de champagne, cócteles y snacks para disfrutar en el interior o al aire libre. Todo indica que serán más de una y de dos las peticiones de matrimonio en este triángulo en el cielo de Manhatthan, comenta un vigilante ya impaciente ante la inminente apertura.
Del propio mirador exterior arranca una gran escalinata que lleva a la planta 101 del edificio, donde se sitúa Peak, un elegante restaurante con sensacionales vistas donde disfrutar de recetas americanas de cierta sofisticación, con el chef Christopher Cryer en los fogones e ingredientes principalmente locales. Si está opción no le convence, en el sótano del mismo edificio se sitúa Little Spain, el proyecto gastronómico capitaneado por los hermanos Adriá y el chef José Andrés.
Croquetas caseras, lomo de Guijuelo, pan con tomate, tapas, paella y esta estética de mercado español que parece triunfar no solo en la Boquería o en el madrileño San Miguel y que ahora exportamos a Nueva York con éxito. Pero antes de pisar el suelo, tendrá que coger, naturalmente, de nuevo el ascensor. Y es mejor guardar en secreto la experiencia, de lo contrario sería un spoiler en toda regla.
Simplemente abra bien los ojos porque con seguridad vivirá la experiencia más futurista y sorprendente que haya tenido nunca en un ascensor. Sí, este edificio tiene mucho de espectáculo y entretenimiento. It’s showtime en Hudson Yards pese al coronavirus.
| Más información. Abierto todos los días del año de 8 de la mañana a 12 de la noche. www.nycgo.com