El turismo rural siempre es una actividad en el alambre, sobre todo desde las crisis. Antes de 2007 era difícil encontrar una casa rural vacía cerca de Madrid para ese mismo fin de semana. Ahora, los llenos totales se cuentan con los dedos de una mano a lo largo del año. Y el primer gran lleno debería haber sido Semana Santa.
Por supuesto, ya no lo será.
Emma Álvarez, que reside habitualmente en Oviedo, tiene cuatro apartamentos turísticos en Valle de Lago, una parroquia en el concejo de Somiedo. Los abrió en 2002, y desde entonces el negocio ha ido de más a menos. Al principio abría todo el año, hasta el zarpazo de la crisis y sus secuelas, cuando decidió cerrar los meses de invierno. Para ella, Semana Santa es una campaña decisiva, el único lleno seguro del año -al menos los cuatro días de fiesta- junto al 15 de agosto. Este año será muy diferente. Sus clientes habituales ya han cancelado, o ella misma les ha llamado para comentar la situación. Dice que en ese trajín de llamadas recibió una solicitud curiosa. «A las dos horas de la declaración del estado de alarma, el mismo sábado, me llamó una persona para que le alquilara uno de los apartamentos. Me dijo que los niños estaban sin clases y que estaba buscando un lugar apartado para pasar unos días. Al principio pensé que estaba bromeando o que me querían tomar el pelo. Le dije que estábamos cerrados, claro, y que no podíamos salir de casa, y que le recomendaba que hiciera lo mismo».
Emma teme ahora que el efecto vaya más allá de Semana Santa. Uno de sus clientes habituales, británico, que suele alquilar los apartamentos para grupos en junio y septiembre, no tiene claro qué ocurrirá y cómo responderán los viajeros. «Si perdemos el verano será terrible», comenta. Y eso que Emma tiene un carácter positivo, que incluso estos días sale a la luz en frases como: “A lo mejor el planeta agradece el parón; a lo mejor la gente vuelve a pensar en la importancia del campo y la naturaleza”. Le encanta el campo y su trabajo, y lo explica con entusiasmo. De hecho suele acompañar a sus clientes habituales a las excursiones, les presenta a los ganaderos, van a la montaña… Pero aún así, el problema nunca termina de abandonar la conversación. A algunos amigos ya les han cancelado las reservas del verano. En ese punto, dice que paga casi 300 euros de autónomos al mes, y que sin nada que ingresar, y con todos los gastos de mantenimiento e impuestos, el futuro se antoja difícil. “Al menos deberían no cobrarnos los autónomos estos meses, al menos eso”.
Alfredo gestiona diecisiete casas rurales (Casas La Ribera) con unas cien plazas en Escalona, cerca de cualquiera de las puertas de entrada al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en Huesca. En su caso, la campaña de Semana Santa suele empezar el 2 de enero. Así fue este año también. El día 15 de ese mismo mes ya había colgado el cartel de todo vendido. Un mundo feliz que ahora ve como un recuerdo lejano. Dos meses después, tras el estado de alarma por el coronavirus, «las cancelaciones llegan ya hasta el puente de mayo», asegura.
En el entorno de Ordesa, con miles de personas que viven del turismo y una población envejecida, se cruzan dos sentimientos, continúa Alfredo. El primero, la precaución. Los hospitales están lejos, y si llegara el virus a estos valles, muchos ancianos serían personas de riesgo. El segundo, una sensación: «Si no salvamos el verano, para mucha gente sería un golpe imposible de sobrellevar. Lo que ocurre ahora es serio, pero lo otro sería dramático», explica. En su caso, la crisis sanitaria le ha cogido en un buen momento, sin ninguna inversión reciente que pagar. «Hay mucha gente que se va a quedar en el camino».
Nansa Natural es una pequeña agencia de viajes especializada en turismo rural, una de las diez agencias minoristas que forman parte de la asociación AENAR, en Cantabria. Hace unos días, se reunieron para planificar los próximos meses, pero el futuro es tan incierto que solo pudieron concentrarse en unificar la respuesta a los clientes que estaban cancelando las reservas para las próximas semanas. Desde Nansa, Susana Pacheco vende experiencias rurales en cualquier punto de Cantabria con nombres atractivos, sobre todo ahora, en pleno encierro en casa: «Ganaderos por un día», «Canteros por un día», «Paseos nocturnos»… Personalmente, tenía ya tres grupos completos para Semana Santa, unas cincuenta personas. Y eso que sus reservas, las de las actividades, siempre son las últimas, después de las casas rurales y el transporte. «Si esta situación no se alarga mucho, si termina en abril, lo podría sobrellevar -asegura-, pero yo pago autónomos todo el año, y el sentimiento de preocupación no se nos quita de encima».