La expansión de un virus a nivel mundial no pasa inadvertida a prácticamente ningún lugar del mundo. El constante contacto entre poblaciones que ha caracterizado ya el modo de vida moderno desde hace décadas es el elemento de riesgo principal que permite el rápido avance del agente infeccioso.
Así, la enfermedad no entiende de fronteras ni razas y se mueve con rapidez por todos los países obligando a los gobiernos a tomar unas medidas que no imaginaron hace pocos meses.
Estamos viendo cómo se cierran las fronteras, se prohíben los vuelos, se evita el movimiento de flujos de población y se controlan las libertades de los ciudadanos para limitar al máximo el contacto y frenar el contagio con la mayor celeridad.
El confinamiento y el toque de queda que se establece en muchos países del mundo se presenta como una situación nueva y sorprendente que mantiene en vilo a los habitantes.
Expectantes todos ante lo que puede venir después, se teme de forma general a la llegada de una crisis económica que resulte ser más difícil de superar que el propio COVID-19.
¿Le afectará a Latinoamérica?
Es difícil hacer una previsión de los daños ocasionados por el virus a nivel económico y social, sin embargo, es conveniente pensar que la repercusión será inevitable ya que el freno que se impone a la economía y el turismo se prolonga en el tiempo de forma incontrolada y afecta a casi todos los sectores.
En algunos países latinoamericanos ya se ha decretado la orden de confinamiento. Es el caso de Perú o Argentina que han tomado algunas de las medidas más duras para luchar contra el contagio. Por otra parte, otros países como República Dominicana cuentan con un toque de queda que no se descarta como primer paso hacia el confinamiento total de la población.
Lo cierto es que esto supone un freno a la actividad económica, social y turística del país que ya supone una variable inesperada capaz de afectar de forma notable a la capacidad económica del estado.
El turismo: un problema y una solución
El cierre de las fronteras, la ausencia de movilidad de los ciudadanos, la suspensión de vuelos y cruceros y un largo listado de actividades eliminadas de la función diaria son claves para el parón momentáneo del turismo. Esto supone pérdidas millonarias para un país como República Dominicana en el que este sector se presenta como principal fuente de la economía.
Por otro lado, la vuelta paulatina a la normalidad en todos los países afectados dejará de lado el turismo como sistema de ocio hasta que se vea una recuperación real. Los viajes de larga distancia serán presumiblemente sustituidos por el turismo de proximidad más económico lo cual afectará también a medio plazo a destinos como los dominicanos.
Ni que decir tiene que el pronóstico a largo plazo es muy positivo ya que los bienes de provecho a nivel turístico con los que cuenta el país no se ven afectados por la catástrofe sanitaria y volverán a ser un reclamo tras la crisis que se espera.