La crisis del coronavirus ha golpeado con fuerza al sector turístico español. Cada año la Semana Santa supone el pistoletazo de salida de la temporada alta del turismo. Sin embargo, esta vez los hoteles, restaurantes y el litoral están desiertos por el estado de alarma. Y las pérdidas no acabarán con el final del confinamiento: el sector ya da por perdido el verano. La única esperanza que les queda reside en una recuperación del turismo nacional cuando vuelva la actividad y se levanten las restricciones de movimiento dentro del país.
La crisis sanitaria se ha tragado ya la Semana Santa, uno de los momentos clave del turismo cada año, y amenaza con arrasar también el verano. Entre marzo y final de septiembre del año pasado llegaron a España 58,5 millones de turistas extranjeros, que gastaron 64.500 millones, según el INE. “Las pérdidas de estos meses no se recuperarán”, sostienen fuentes de la CEOE.
Estas cifras las dan por perdidas hasta los más optimistas. Y se vislumbran mermas notables incluso más allá del verano. “Las circunstancias cambian y no a mejor, por eso ya estamos revisando los números”, reconoce José Luis Zoreda, vicepresidente de Exceltur. Este lobby turístico cifraba a principio de mes la pérdida en casi 55.000 millones. Pero dicen que se han quedado cortos.
Las estimaciones de pérdidas suben por día mientras no se ataje la pandemia. Y para el sector no se vislumbra una salida rápida. “En el turismo la crisis irá para largo y no acabará con el confinamiento, ya que se mantendrán restricciones de los Gobiernos sobre cómo y cuándo se podrá viajar. Mi sensación es que este año está perdido casi al completo”, argumenta Juan Ignacio Pulido, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Jaén.
La Mesa del Turismo también calculó el impacto a principio de mes. Contemplaban tres escenarios, siendo el más negativo en el que no se recuperase la llegada de turistas en todo el año, una opción que gana enteros. “El sector podría perder más de 90.000 millones”, asegura Juan Molás, presidente de la Mesa. Ante esta situación excepcional, España ve en peligro al menos cuatro puntos de PIB. Según la balanza de pagos del Banco de España, el saldo del turismo el año pasado fue de más de 46.000 millones (diferencia entre el gasto de visitantes extranjeros y los desembolsos de españoles en viajes al exterior). A esto habría que añadirle todo lo que genera indirectamente, con un efecto arrastre muy potente.
Con estos números catastróficos, en el sector muchos hablan ya del día D. Una especie de punto de partida tras la crisis sanitaria. Desde el Gobierno se trabaja en un plan de ayuda específico, según fuentes de la Administración, aunque todavía está en una fase inicial. La industria pide más agilidad para que el coronavirus no se lleve por delante a parte del tejido empresarial, pero los tiempos, dicen los ministerios implicados, los marca la pandemia.
El negocio turístico insiste en que una industria con tanto peso en la economía merece ayudas concretas para salir del atolladero. El Gobierno mantiene el contacto constante con el sector, y el miércoles convocó al Consejo Español del Turismo para sondear la situación, aunque no salió nada en claro. Fuentes de las patronales y grandes empresas turísticas del país coinciden en que lo importante es que al día después de la crisis lleguen las máximas empresas posibles. Pero para ello dicen que se precisa ayuda.
Uno de los motivos por los que reclaman con urgencia medidas es la capacidad de arrastre de la industria. Esto es algo que sopla a favor en momentos de bonanza, pero ahora se verá su cara menos amable. Y se trasladará de forma automática al mercado laboral. “España va a sufrir más que otros países europeos el parón porque depende más del turismo”, afirma Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano. Y añade: “Hay mucho empleo temporal que depende de alguna forma del turismo y se va a resentir”. De hecho, la patronal de las grandes superficies calcula que el comercio facturará este año 25.000 millones menos. Y un informe de EY y Bain & Company sostiene que la hostelería perderá el 40% de sus ventas y 200.000 empleos por el virus. Unas caídas que derivarán en parte del desplome del turismo.
En este contexto, el sector busca un clavo ardiendo al que agarrarse. Algo que solo podrá encontrar en el turismo nacional, lo primero que se espera que se recupere. “Se trabaja en un plan de reactivación para cuando remita la pandemia. Se contemplan distintos escenarios, aunque dependerá de la evolución del virus y de lo que marquen las instituciones sanitarias”, reconocen fuentes del Ministerio de Industria y Turismo. Entre las opciones que se barajan, la más plausible es la vuelta paulatina durante el verano de los viajes domésticos. Después se podrán recuperar los viajeros de países próximos (Francia y Portugal). Y, por último, el resto de turistas extranjeros, pero el Gobierno no se marca un plazo para esta vuelta, que puede ser lejana en el tiempo.
“Tardarán en volver los viajes internacionales por las restricciones que se adopten durante el desescalado y porque han comenzado con los contagios más tarde, por lo que controlarán la situación después que España”, comentan fuentes conocedoras del plan que elabora el Ejecutivo. Así, los viajes internos serán la única buena noticia que el sector se podrá llevar a la boca, aunque no será suficiente. “En un país que recibe más de 80 millones de viajeros extranjeros al año, el sector no se podrá recuperar solo con los viajes domésticos”, insiste Pulido.
Una Semana Santa como la de este año habría permitido poner en marcha entre el 70% y el 80% de la planta hotelera, que habría incrementado las aperturas de forma progresiva hasta finales de mayo para comenzar la temporada alta. La Agrupación de Cadenas Hoteleras de Baleares y la Federación Hotelera de Mallorca avanzan que muchas empresas optarán por no abrir sus puertas esta temporada ante la falta de turismo internacional sobre el que, por el momento, todo son incertezas, informa Lucía Bohórquez. La presidenta de la patronal mallorquina, María Frontera, subraya la necesidad de mantener aunque sea “un mínimo” de actividad a pesar de que muchos establecimientos trabajan con la mirada puesta en 2021.
Los primeros movimientos serán de turistas nacionales, por lo que trabajan con diferentes escenarios de apertura en función de las medidas que el Gobierno central vaya adoptando y cómo evolucione la situación en los mercados emisores que representan más del 80% del total de visitantes durante el año. La Semana Santa ha sido el primer gran golpe al turismo de Baleares, ya que la pandemia llegó con la mayor parte de establecimientos cerrados preparando el arranque de temporada. En abril del año pasado, con las fiestas de por medio, más de un millón de turistas pasaron por el archipiélago y se gastaron alrededor de 995 millones de euros.