Por Carrie Booth Walling y Kathryn Sikkink
Las autoras son académicas y expertas en política internacional.
A medida que estalla la crisis del coronavirus en todo el mundo, la institución internacional más poderosa del mundo, el Consejo de Seguridad de la ONU (CSNU), se tambalea.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha pedido un alto al fuego global y ha descrito a la pandemia como la prueba más importante que las Naciones Unidas ha enfrentado desde su creación. La Asamblea General de la ONU aprobó una resolución en la que insta a una respuesta multilateral coordinada y la Organización Mundial de la Salud (OMS) está salvando vidas al movilizar científicos, coordinando investigaciones y brindando información y atención urgentes a las poblaciones en riesgo. Creado en los cuarenta, el CSNU es el organismo que centraliza todos los esfuerzos de las Naciones Unidas sobre paz y seguridad internacional y aborda crisis globales como la que vivimos. Pero, hoy, cuando el mundo enfrenta la mayor amenaza de nuestro tiempo, el Consejo de Seguridad está desaparecido.
Muchos de nosotros trabajamos en organizaciones y sabemos que si el jefe no nos respalda, nos hace más vulnerables e ineficaces. En asuntos de paz y seguridad en la ONU, el CSNU es el jefe y, si no actúa, socava los esfuerzos mundiales para combatir la pandemia.
Es momento de que el Consejo de Seguridad esté a la altura de esta crisis. República Dominicana, que ocupa actualmente la presidencia del CSNU, tiene una oportunidad histórica de liderar los esfuerzos globales ante el coronavirus y mitigar sus repercusiones en la paz y seguridad del mundo.
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En algunas crisis del pasado, las grandes potencias pudieron elevarse por encima de sus intereses nacionales y tomar un papel de liderazgo mundial, como lo hicieron con desafíos de salud anteriores, como cuando surgieron el ébola y el sida. Pero ahora, frente a una amenaza global mucho más inminente, los países más influyentes no pueden ponerse de acuerdo: China ha querido minimizar el problema, Rusia parece apoyar a China y Estados Unidos está ausente. En otras ocasiones, Estados Unidos ha impulsado al Consejo de Seguridad a tomar medidas, pero el presidente estadounidense, Donald Trump, ha optado por tratar de culpar de todo a China. Pero el tiempo de la política de acusaciones ya pasó y es profundamente contraproducente. Es por lo mismo que el Consejo de Seguridad debe actuar con urgencia para unificar al mundo y gestionar una respuesta colaborativa a la pandemia.
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De los miembros permanentes del Consejo, solo Francia ha propuesto una resolución para abordar la pandemia. Pero no ha tenido eco: los países parecen más preocupados en acusarse que en atender la crisis de manera conjunta. Por ello, los diez miembros del Consejo no permanentes o electos están llenando ese vacío y ha tomando el liderazgo junto con Francia. La semana pasada, nueve de los diez miembros electos organizaron una reunión donde el CSNU, por primera vez, abordó el tema del coronavirus, pero los miembros no se pusieron de acuerdo sobre lo que había que hacer.
Como actual presidente del Consejo, República Dominicana puede liderar este esfuerzo. Como primer paso, el país caribeño debe usar su posición para unificar al Consejo en torno a una declaración conjunta que llame a una respuesta global coordinada. Si la declaración del presidente se hace con miras a futuro, y no señalando culpables, tal vez pueda hacer que se sumen los miembros permanentes, lo que permitiría tomar medidas más enérgicas y de manera más apresurada.
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Esta declaración tendría que respaldar el llamado del secretario general de un alto al fuego de todos los conflictos en el planeta. El coronavirus golpeó primero al mundo desarrollado, pero puede causar aún más estragos en regiones desgarradas por la guerra, la violencia o el crimen organizado (como muchas zonas de América Latina). Una interrupción global de los conflictos real y efectiva puede ayudar a garantizar que el personal médico tenga acceso seguro y sin obstáculos a los enfermos en esas áreas. Grupos de la sociedad civil e incluso algunas de las partes beligerantes están respondiendo positivamente a la propuesta de Guterres, pero hasta el momento, el Consejo de Seguridad no se ha pronunciado. Sin ese respaldo, algunos grupos en conflicto podrían no colaborar.
La declaración debe enfocarse en hacer que la ONU asuma la responsabilidad de supervisar la cooperación global. Hasta la fecha, las respuestas nacionales a la pandemia han sido increíblemente descoordinadas, a veces enfrentando a un país contra otro mientras luchan por conseguir equipos médicos.
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El Consejo de Seguridad podría ordenar una mayor coordinación y cooperación entre los Estados miembro y entre las organizaciones de la ONU. Una declaración contundente debería insistir en que las acciones de los gobiernos del mundo respeten plenamente el derecho internacional, incluyendo la normativa internacional sobre derechos humanos, y vigilar que se extienda la atención a todas las personas sin discriminación y siempre considerando a los habitantes de zonas ocupadas, refugiados y migrantes, y protegiendo la libertad de prensa.
La Carta de la ONU le otorga al Consejo de Seguridad la autoridad para responder a cualquier amenaza de seguridad internacional, incluso una pandemia. Las declaraciones de República Dominicana son cruciales en ese sentido, porque reflejan la opinión consensuada de los miembros del Consejo.
Una declaración decisiva en la que se llame a trabajar juntos puede hacer toda la diferencia: legitimaría las decisiones recientes de la Asamblea General, reforzaría la autoridad del secretario general y fortalecería los esfuerzos que realizan las agencias especializadas de la ONU para salvar vidas. Y no es todo: una señal clara y enérgica del Consejo de Seguridad persuadiría a otros actores a colaborar y dejar de pensar en esta crisis como un problema con fronteras; no lo es.
Los países latinoamericanos han marcado la diferencia en momentos importantes del Consejo de Seguridad, y deben volver a hacerlo. Diego Arria, un exembajador de Venezuela, puso en práctica en 1992 un nuevo tipo de reuniones, fuera de las salas del CSNU, informales pero oficiales. Además de la declaración del presidente, República Dominicana, algunos creemos que la “fórmula Arria” también podría aportar ahora nuevas voces y dar mayor flexibilidad a las deliberaciones del Consejo de Seguridad. República Dominicana puede seguir esta tradición latinoamericana y optar por un liderazgo firme desde los márgenes, como hizo Arria.
Ahora más que nunca necesitamos unidad y liderazgo del Consejo de Seguridad. La seguridad mundial y la legitimidad del organismo dependen de la capacidad de todos sus miembros, incluso los pequeños, de asumir la responsabilidad por nuestro futuro compartido.