«Adiós a la hipermovilidad, al ‘low cost’, a los récords de viajeros. Aprovechemos para proponer iniciativas más respetuosas con el clima y la comunidad».
La reflexión de Jesús Blázquez, desde el Centro Español de Turismo Responsable, resume el objetivo de quienes llevan años advirtiendo de que el turismo en España debe virar hacia lo local.
Porque el sector genera riqueza (la locomotora nacional aporta un 12,3% del PIB y 2,6 millones de empleos), pero tiene límites y urge buscar compañeros de viaje como la agricultura, la artesanía o el aprovechamiento sostenible de los bosques. «El covid-19 pasará, pero el turismo no debería ser igual», señala Blázquez.
Desde su asociación aspiran a que los cambios lleguen para quedarse. Y a seguir con proyectos asociados a símbolos. Como el delta del Ebro, que ha puesto en valor los arrozales y los productos locales, repartiendo los beneficios del turismo. O la sostenibilidad en el Berguedà, las islas atlánticas gallegas, las bodegas de Lanzarote o ‘Montañas Vacías’, una ruta en bici surgida en Teruel y convertida en objeto de deseo para ciclistas americanos y belgas. «La España vaciada está también muy viva, hacen muchas cosas pero les cuesta darlas a conocer», apunta el dueño de Rutas Pangea.
«A la colaboración público-privada hay que añadir la ciudadana. Debemos trabajar con la comunidad para que decidan su futuro, sin demonizar ninguna actividad pero frenando el consumo devorador de especies y recursos». Por eso Blázquez no cree que la Administración deba dar al turismo todo lo que pida.
«No hay que gastar dinero para volver a lo de antes. Las grandes empresas saben que el beneficio no está relacionado con el récord de llegadas y hay situaciones que no se pueden permitir, como subvencionar a las compañías aéreas de forma que volar salga más barato que quedarte en tu zona. O los pisos turísticos, que deberían tener una regulación común en Europa. Y desde luego defender los metros libres de costa: habrá que meter los paseos marítimos 15 kilómetros hacia el interior porque se los comen las Danas. Hay que ser valiente, suspender licencias de obras como en la Costa Brava el año pasado».
Las más de 20.000 empresas de turismo activo y ecoturismo contienen la respiración, sin ingresos desde el 14 de marzo. Solicitan al Gobierno la exención de la cuota de autónomos y el IBI en alojamientos y restaurantes rurales. Y una petición que viene de lejos: equiparar su IVA al del resto del sector turístico (del 21% al 10%). «Muchas caerán, pero los pequeños somos más resilientes, crecemos en calidad, los clientes nos apoyan por compromiso», señala Blázquez, cuyo gran reto es comunicar mejor qué es la sostenibilidad: «Apostar por la cadena de valor, ser conscientes del impacto ambiental de los viajes».
Y en este momento que nos obliga a volver al turismo de los 70: familiar, en coche, de proximidad y segundas residencias, como explican desde la Universitat Oberta de Catalunya, puede ser el turno de iniciativas como la ‘Ruta del clima’, nacida en Málaga de la mano de Jesús Iglesias y otros cinco socios, con «paseos físico-conceptuales» para conocer las fuentes de emisiones, las subidas del nivel del mar, las migraciones a causa del cambio climático, las conexiones entre el turismo masivo y el derecho a la vivienda: los pobres viven en zonas más contaminadas e inundables.
«Ponemos el foco en las soluciones: el pensamiento crítico y la democracia directa, el comercio local, las zonas verdes, los huertos urbanos, el mundo rural. Es una perspectiva compleja y amplia», explica Iglesias. «Yo entiendo la sostenibilidad desde lo social, lo ambiental y lo local. Tras esta crisis deberíamos salir del modelo globalizado, conectar barrios con pueblos. El 10% de las emisiones globales provienen del turismo. Ese es el impacto de las vacaciones en un paraíso lejano».
La crisis climática es social. «La causamos los países ricos y en ellos, las clases más altas. Pero la sufren los pobres en forma de sequías y falta de recursos». Más ideas: que las instituciones apoyen a las empresas locales con incentivos, medir la felicidad de los habitantes para diseñar políticas públicas como han hecho en Oia (Pontevedra), aplicar la economía del donut o circular.
Una playa de las islas Cíes, en Galicia.
Para Iglesias la solución al turismo de masas pasa por poner límite a los aviones, barcos y hoteles dependiendo de la capacidad de cada territorio, del consumo de agua y energía. «En Andalucía se pueden perder hasta 140.000 empleos del turismo, pero hay que buscar otras fórmulas. Estamos saturados». De todo esto trata el libro ‘El futuro es local’ (Pol·len Edicions), traducido por Iglesias y firmado por Helena Norberg-Hodge, que propone «resistir y renovar», construir alternativas. «Pone el énfasis en la comunidad de afectos, antítesis de la xenofobia y el nacionalismo. Y en herramientas como los bancos comunitarios, la renta básica, el consumo de proximidad».
Cuando podamos volver a las calles, Judit Esteban, fundadora de Feel by Doing, pondrá en marcha junto a Aethnic la ‘Ruta del clima’ en Barcelona. Desde su pequeño proyecto busca el equilibrio entre medio ambiente, territorio y empresa. Un turismo positivo para visibilizar desde un huerto de fresas en el Maresme hasta SocialForest en Collserola. «¿Por qué siempre se promociona a los grandes? El sector público debe promover un cambio real. Regulemos, ayudemos a los negocios locales, no volvamos a cometer los mismos errores», subraya.
En esa apuesta por repensar el modelo turístico están también los grandes, que de los 158.000 millones de euros anuales de actividad podrían perder más de 80.000. «Nos llaman lobi, yo prefiero definirnos como un ‘think tank’ por la recuperación de la empatía ciudadana en lugares como Barcelona, donde el descontrol de las viviendas turísticas ha llevado al repudio del sector», dice José Luis Zoreda, vicepresidente de Exceltur. Mejorar su imagen con un turismo menos depredador es su objetivo a medio plazo. «A corto, vencer el miedo al contagio, porque vivimos la tormenta perfecta. ¿Quién aguanta cuatro meses sin ingresos?».
Aguas cristalinas en Venecia, el pasado 18 de marzo. / ANDREA PATTARO (AFP)
Esperan salvar los muebles con el turismo nacional, pero son conscientes de que la movilidad y el bolsillo estarán muy restringidos. Para el futuro plantean nuevos indicadores. «Ya no sirve exaltar el número de llegadas. Hay que diseñar una oferta por intereses y destinos, concienciar en el consumo y los deshechos, poner en valor nuestra cultura». Y aunque la estrategia pasa por ser más selectivos o por la digitalización, se seguirá «necesitando un volumen alto de turistas y que no se vea al empresario como explotador».
Manuel Vegas, presidente de la Asociación Española de Directores de Hotel, reconoce que nadie tiene el manual poscoronavirus hasta que Sanidad no marque las pautas. «Cumpliremos con la desinfección, repartiremos mascarillas y abriremos la habitación con el móvil, pero hay muchas preguntas abiertas». En la asociación hacen ‘webinars’ sobre seguridad sanitaria y sobre cómo recuperar la emoción del cliente.
«Llevará años volver a los 83 millones de turistas y además toca cambiar de modelo, primar el ingreso medio, acabar con la estacionalidad con conceptos como el ‘veroño’ en Baleares (alargar la temporada hasta noviembre). O todo el año, como cuando nacieron los viajes del Imserso en 1985. Nos hinchamos a llorar cuando llegó el primer autobús con gente que nunca había visto el mar». Vegas cree que el turismo se desplazará hacia el norte de España e interior. «En el índice de desarrollo sostenible de la ONU liderado por los nórdicos, España ocupa el puesto 21 de 162 países. El movimiento ya está en marcha y esta crisis lo acelerará».
La playa de la Barceloneta, durante el confinamiento. / JOAN CORTADELLAS
La seguridad y recuperar la confianza son prioridades del sector, apunta Gabriel García, vicepresidente de CEHAT y presidente de la Asociación Hotelera de Madrid, que recuerda las peticiones al Gobierno: medidas económicas para recuperar la actividad y mantener el empleo, y un protocolo específico y claro de reapertura a partir de la fase 1 de desescalada. «Si nos apoyan volveremos a ser un referente mundial y un activo muy valioso para la economía española». César Gutiérrez, al frente de la Federación de Agencias de Viaje (Fetave), cuenta con el viajero nacional para arrancar «el peor verano de nuestras vidas». Ser turista en España es un privilegio, subraya. «Pero necesitamos medidas claras y al menos 20.000 millones en créditos ICO para nuestras pymes».
En un momento en que las palabras ‘vacaciones’ ‘España’ ‘septiembre’ están entre las más tecleadas en Google por los británicos, el principal mercado (18 millones) junto al alemán (11 millones), la prioridad es «un plan de promoción como destino seguro para que sigan viniendo cuando reabran los vuelos, porque en esto no nos la podemos jugar».
¿Y los vuelos? De momento, el Gobierno prepara medidas urgentes para Iberia. Y desde ALA, asociación de 80 compañías que operan en España, trabajan en tres escenarios a partir de julio: la apertura del tráfico doméstico, el europeo y el continental. Y tres fases: «La actual, de supervivencia; la de desescalada, garantizando la seguridad en aviones y aeropuertos, con zonas esterilizadas para inspirar confianza y seguir viajando. Y una tercera que no sabemos cómo será ni si se recuperarán los niveles anteriores al virus», explica el presidente de ALA, Javier Gándara.
«También seguiremos avanzando en sostenibilidad, pero todavía no existe una tecnología alternativa, solo prototipos híbridos de 10 plazas». Gándara insiste en la necesidad del «cielo único europeo» para acabar con la fragmentación y hacer trayectos más directos «que evitarían 10 millones de toneladas de CO2 al año».