Los restaurantes van reabriendo en Alemania tras ocho semanas de cierre por el coronavirus –en Berlín pusieron ayer los manteles de nuevo por primera vez, mientras otros länder lo hicieron el pasado lunes y otros lo harán la próxima semana–, pero la actividad dista de ser frenética. Las nuevas reglas, al menos las relativas a las distancias de seguridad entre mesas y comensales, se aplican en estos primeros días con desahogo. La afluencia de clientes no es masiva.
“La mayoría de nuestra clientela son turistas, venían de España, Francia, Italia…, pero no es sólo que ahora falten los turistas extranjeros; con el teletrabajo, la gente de las oficinas de la zona que venía a comer a mediodía, tampoco va a venir”, dice Jörn Peter Brinkmann, copropietario del popular restaurante berlinés Ständige Vertretung.
Para evitar contagios
Rige una separación de 1,5 m. entre mesas, y en cada una, personas de sólo dos hogares
Este establecimiento cercano a la céntrica Friedrichstrasse, con terraza junto al río Spree, solía estar repleto en el mundo pre-coronavirus, debido al atractivo de su carta de cocina renana, aliñado con historia alemana reciente. El restaurante fue abierto en 1997 por sus primeros propietarios para satisfacer la nostalgia gastronómica de los funcionarios renanos que se mudaron a Berlín cuando, años después de la reunificación de Alemania, Bonn dejó de ser capital del país. El nombre Ständige Vertretung (Representación Permanente) evoca la división de las dos Alemanias: entre la RFA y la RDA no hubo nunca embajadas, sino representaciones permanentes en Bonn y en Berlín Este.
Pero ayer, primer día de reapertura, este restaurante de culto, con paredes empapeladas de fotos de líderes alemanes de la posguerra, estaba semivacío. Y aunque en Alemania desde luego hay clientes que regresan gozosos a las mesas de nuevo dispuestas, todos los restaurantes acusan la ausencia de quienes ahora teletrabajan y por tanto comen en casa.
Jörn Peter Brinkmann, con su medidor para la distancia entre clientesJörn Peter Brinkmann, con su medidor para la distancia entre clientes (MARIA-PAZ LOPEZ)
“Al viajar por trabajo se come más en restaurante, y yo ahora viajo menos por trabajo”, añade Mark Brand, empleado de seguros como su esposa Renate, que están sentados en la terraza del Sailor Zwei, un restaurante contiguo. “Ahora los restaurantes tendrán la mitad de mesas, la mitad de personal, la mitad de ingresos…”, lamenta Brand, solidarizándose.
En la desescalada en curso, las instrucciones y horarios para el sector gastronómico varían en este país federal. Pero hay una norma que, junto a las rutinas de desinfección, tienen todos los länder: entre mesa y mesa debe haber una distancia de 1,5 metros (en Baja Sajonia y Bremen, son 2 metros). Para no errar, en el Ständige Vertretung han confeccionado un medidor. “Es el equivalente a 30 vasos de cerveza alineados”, ríe Brinkmann, quien aclara que la distancia debe medirse desde el respaldo de la silla, no desde el borde de la mesa. El aforo de la sala es de 130 personas (con las nuevas reglas, 60), y en la terraza es de 300, que se quedan en 150. Pero ahora hay espacio de sobra.
El análisis de un restaurador
“Faltan los turistas y también la gente que ahora teletrabaja y por tanto come en casa”
En general, y pese a que no todos los länder lo han especificado, rige la regla de que a una misma mesa sólo pueden sentarse personas pertenecientes a un máximo de dos hogares. Vigilar que esta regla sea respetada por los comensales no es tarea de los restaurantes; se encargará de ello el servicio de orden municipal.
La mascarilla es obligatoria para los camareros en casi todos los länder, pero no para los clientes, si bien en algunos estados federados, como Baviera, sí deben ponérsela al entrar y salir del local, y al ir al baño. En la mesa no, claro está, o no podrían comer ni beber. Todo lo que se encuentra sobre la mesa (menú, salero y pimentero, vinajeras, …) debe ser retirado y desinfectado cuando el cliente se va.
Y en todos los länder existe la recomendación (es el caso de Berlín) o la obligación (en Baviera) de que los restaurantes conserven nombre y contacto de todos los clientes durante un tiempo (tres o cuatro semanas, depende) para poder avisarles si se declara algún contagio.
“El Ständige Vertretung es uno de nuestros tres restaurantes favoritos; veníamos regularmente, y como hemos venido al centro para ir al museo, hemos decidido comer aquí”, cuentan Christina y Gerhard Stockheim, matrimonio de químicos jubilados que vive en el barrio de Charlottenburg. “Estas semanas hemos comprado comida para llevar en los otros dos restaurantes favoritos cerca de casa, para apoyarles”, explican. Durante el cierre los restaurantes estaban autorizados a vender comida preparada a los clientes en la puerta.
Muchos establecimientos aprovecharon las semanas de cierre para hacer obras. “Nosotros hemos pintado, cambiado el suelo, y comprado muebles”, recita Brinkmann, satisfecho de haberle sacado partido al tiempo.