Isla de Pascua, uno de los sitios más aislados del planeta, a casi 4.000 kilómetros del continente americano y a otros 4.000 de Tahití (Polinesia Francesa), no quiere recibir nuevamente a los 150.000 turistas que llegan cada año fascinados por el misterio de los moáis y su cultura milenaria. Patrimonio de la Humanidad y libre de la covid-19 hace más 100 días –el resto de Chile registraba hasta este jueves más de 306.000 casos y 6.682 muertes–, los isleños se preparan para abrir el turismo a finales de 2020, pero bajo un nuevo concepto: mayor respeto en el cuidado y protección del patrimonio y el medioambiente.
De acuerdo a las autoridades, que han realizado debates con los empresarios y la población, “el nuevo paradigma” supondrá reducir los 14 vuelos semanales que llegan a Rapa Nui y repensar la industria en una isla de apenas 10.000 habitantes, donde más del 90% se dedica al turismo. Lo de limitar la cantidad de visitantes es un anhelo histórico que se ha reactivado con la pandemia. Isla de Pascua tiene apenas tres respiradores y no puede resistir un brote descontrolado.
“No habrá un turismo de puertas abiertas y deberemos darle al sector un enfoque marcado por la seguridad y la salud. Los vuelos no deberían superar los cuatro a la semana, con lo que volveríamos a la masividad de visitantes de 1992”, explica el alcalde, Pedro Edmunds Paoa. “No podemos hipotecar el bienestar de nuestra gente”.
Los estudiantes del último año de secundaria regresaron a clases la semana pasada y antes de que termine julio se reintegrará el resto. Los de Isla de Pascua fueron los primeros jóvenes de Chile en retomar presencialmente los estudios. En el resto del país, la vuelta a clase no tiene fecha.
En el control de la pandemia de Rapa Nui resultó fundamental su condición de isla y de alejamiento, la baja cantidad de habitantes y la facilidad para controlar la llegada de personas. “Es un panorama favorable para atajar un virus que se multiplica sobre todo por la aglomeración urbana, que se da principalmente en áreas metropolitanas”, explica el arquitecto Iván Poduje, especialista en desarrollo urbano.
Para Edmunds Paoa, existe un elemento que ayudó a controlar la pandemia en la isla, que a comienzos de marzo registró cinco contagios. “Tiene que ver con la cultura potente, la identidad y la visión”, señala. “Chile, en cambio, es un país desordenado, no cree en nada ni nadie, escucha las voces de una minoría para la que todo es economía, sin valores, donde ni siquiera bailan su danza tradicional”, reflexiona. De acuerdo al alcalde, la isla debería repensar su modelo de desarrollo, su matriz productiva y mirar con atención modelos como el de Nueva Zelanda.
Aunque en Rapa Nui no hay casos de la covid-19, rige el Estado de Excepción vigente en todo el territorio continental, con toque de queda, restricciones al comercio no esencial y uso de mascarillas. En la misma línea que el resto de las culturas polinésicas, en Isla de Pascua se invocó al Tapu, una orden sagrada que nadie rompe y que significa resguardarse, encerrarse y respetar la inmovilidad social, a riesgo de ser castigado por los espíritus, según explica Edmunds Paoa.
Los isleños esperan levantar el Tapu recién entre octubre y noviembre próximo, en sintonía con la situación de la pandemia en el resto del país. Para agosto, sin embargo, se espera el regreso de los habitantes de la isla que siguen en el continente, los que deberán someterse a 15 días de cuarentena antes de embarcarse y otros 15 al llegar al territorio isleño, junto con los exámenes PCR.
Como un porcentaje altísimo de la población se dedica al turismo, la economía de Isla de Pascua está detenida desde que el 16 de marzo se cerró el puente aéreo. Desde entonces, solo se mantienen los vuelos que abastecen a la comuna. La municipalidad diseñó un sistema para que los habitantes cultivasen sus productos básicos: “No existe un hogar que no tenga un huerto para alimentación básica y directa que se comparte, bajo el principio ancestral del Umanga, que significa ayuda”, relata Uko Tobgariki Tuki, director de la Dirección de Turismo, desde donde se han impulsado los diálogos con la comunidad. “¿Queremos 14 vuelos a la semana?¿Necesitamos que los barcos lleguen con 25 automóviles en promedio? ¿Será indispensable que los visitantes traigan 46 kilos de equipaje, donde llegan incluso con alimentos?”, se pregunta.
Limpieza de la costa
Para hacer frente a la crisis económica, la isla enfocó los recursos municipales en la creación de 800 empleos hasta fines de agosto, entre los que se cuentan proyectos relacionados con el turismo. Tobgariki Tuki relata, por ejemplo, que unas 35 personas se dedican a la limpieza del borde costero y del fondo marino de Isla de Pascua. “Hemos hecho 63 inmersiones hasta 30 metros de profundidad, donde hemos encontrado elementos increíbles, como billeteras, dinero, latas de cerveza, media tonelada de neumáticos, restos de una barcaza que se hundió, cuerdas, cadenas, lona, trampas de langostas”. Con el microplástico reciclado se fabrican afiches informativos.
No es extraña la contaminación que llega a Rapa Nui y que afecta a los atunes que pescan los habitantes de la isla. A unos 640 kilómetros al norte de sus costas existe, en medio del Pacífico, una montaña flotante de plásticos y microplásticos, donde se junta la basura de distintas zonas del planeta.