Se dijo que el calor mantendría a raya el coronavirus, que las playas se podían reabrir a mediados de abril y que el remedio (confinar a la población) sería peor que la enfermedad. Y las autoridades de Florida parecían tener razón. Mientras el virus se ensañaba con Nueva York, sus números permanecían estables. El 20 de mayo, un periodista de ‘The National Review‘ llegó a pedir a los medios de comunicación que se disculpasen ante el gobernador florideño, Ron DeSantis, por haber vilipendiado su gestión “matizada”, “basada en la ciencia”.
Mientras estos pobres humanos especulaban, mirando la bola de cristal y regocijándose en sus fantasías de control, el virus reunía sus tropas. Pocas semanas después de que Florida bajase la guardia, el SARS-CoV-2 demostró una vez más que, en este baile, es el virus el que marca el paso.
Ahora, Florida está camino de convertirse en el epicentro mundial de la pandemia. El sábado rompió el récord nacional de nuevos contagios en 24 horas por estado: 15.300. La cuarta mayor cifra a nivel mundial. Con 22 millones de habitantes, algo menos de la mitad que España, Florida tiene ahora más de 302.000 contagiados: 12 veces más que Australia y Corea del Sur juntos, y el triple que China. Supera en más de 50.000 a los contagiados en España. Los fallecimientos diarios también están subiendo: este martes hubo 132, hasta un total de casi 4.500.
Frente a la recuperación de Nueva York, las infecciones de coronavirus están multiplicándose en otros estados del interior, que hasta el momento parecían haber evitado lo peor de la pandemia
“Miami es ahora el epicentro del virus”, ha señalado en una conferencia la doctora Lillian Abbo, epidemióloga del Jackson Health System. “Lo que estábamos viendo en Wuhan hace cinco meses, lo estamos viendo aquí ahora”. El condado de Miami-Dade, donde viven 2,7 millones de personas, suma unos 70.000 infectados. El alcalde de la ciudad ha reconocido que las camas de hospital y las UCI están a punto de llenarse.