Sillas vacías esperando a clientes que no llegan en la Plaza Real de Barcelona. Tiendas de souvenirs que ahora venden mascarillas en la madrileña calle Carretas. Un pavimento despejado de viandantes en los alrededores de la catedral de Sevilla. Y un silencio hasta hace cinco meses impensable en los centros urbanos.
Son los efectos del coronavirus en el turismo de las principales ciudades españolas. El bullicio de las calles y terrazas llenas de gente en las noches de verano se ha visto sustituido por una estampa desoladora. “Este es un sitio muy típico, al que viene mucha gente durante todo el año y verlo así, vacío, es una tristeza enorme”, nos cuenta Blanca, una de las guías turísticas que trabajaba en la Plaza Mayor de Madrid y cuya empresa se ha visto abocada al cierre por la falta de clientes.
Según datos de la Asociación Empresarial Hotelera de Madrid, apenas un tercio de la planta hotelera está abierta en la capital y la ocupación media no supera el 22 %. La situación es similar en Barcelona, donde las restricciones impuestas por los rebrotes de las últimas semanas han terminado de hundir a un sector que ya daba por perdida la temporada.Los brotes de coronavirus lastran la recuperación del turismo: «Esto va a ser una hecatombe social y laboral»DIANA FRESNEDA
Las viviendas turísticas también han sufrido los efectos de la pandemia, sobre todo a raíz de la cuarentena impuesta por Reino Unido a los viajeros procedentes de España, que representa un 40 % del mercado. De acuerdo a los datos de la Asociación de Viviendas Turísticas de Andalucía, la ocupación en la región se ha reducido hasta el 36 %, muy lejos del 80 % del pasado año.
Su presidente, Carlos Pérez-Lanzac, asegura a RTVE que la cifra se encuentra “muy fragmentada”. “En zonas rurales sí hay mayor demanda porque las familias este verano buscan un espacio que les dé seguridad”, pero en lugares con aglomeraciones o ciudades del interior como Sevilla, que ya de por sí es zona baja en verano, la situación es “aún peor”, nos cuenta.
Esto repercute principalmente en los negocios de restauración de la zona, que sobrevivían en verano a la marcha del cliente local con la llegada del turismo extranjero. Así, en los locales del centro de Madrid la facturación durante los seis primeros meses del año ha caído al 40 % y se espera que se reduzca al 30 % en julio y agosto. “El objetivo es llegar a final de año facturando la mitad, en el mejor de los casos”, nos explica el presidente del Gremio de Restauradores de la Plaza Mayor de Madrid, José Antonio Aparicio.
“Jamás me he sentado en una terraza de la Plaza Mayor“
Precisamente es la capital de España una de las regiones más afectadas por la falta de turismo extranjero. En junio del pasado año, sus visitantes internacionales desembolsaron un total de 311 euros diarios, frente a los 164 de media nacional. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la cifra este año se ha reducido a prácticamente la mitad -165 euros-, una caída tan solo por detrás de la de Cataluña, que pasa de 217 a 104 euros de gasto diario.
“Llevo viviendo más de 18 años en Madrid y jamás me he sentado en una terraza de la Plaza Mayor”, nos cuenta Francisco, vecino de la ciudad, quien achaca la caída de la facturación en los negocios del centro a la masificación turística. “Llevo meses sin pisar el centro… Los precios desorbitados nos han obligado a borrar algunas zonas de Madrid del mapa”, lamenta.La hostelería reclama más ayudas ante los rebrotes: «Están siendo una puñalada mortal»SANTIAGO RIESCO PÉREZ
Sin embargo, para el presidente del Gremio de Restauradores, en el centro histórico de una ciudad como Madrid, el tipo de servicio se acomoda a sus necesidades durante todo el año. “Al igual que llegan extranjeros en verano, miles de madrileños vienen a tomar el bocadillo de calamares y ver el mercado de Navidad en invierno. En cada caso la oferta se adapta a sus gustos”, asegura Aparicio, quien destaca precios asequibles como un bocadillo y bebida por 5 euros.
Él mismo nos cuenta que no ha tenido “ninguna queja” por parte de los vecinos, ya que son “conscientes” de que llevan tres meses cerrados y que por estar en la Plaza Mayor se paga una tasa de terraza anual muy superior al de otras zonas de la capital, lo que justifica los precios más elevados. En este caso, de 18.000 euros al año. “La Plaza Mayor no es una plaza elitista, es popular”, asegura, por ello no se puede establecer una fórmula gastronómica de “cierto nivel”. Y quien lo ha intentado, ha fracasado, destaca.
La afluencia de turistas en el centro de las ciudades también ha afectado al precio de las viviendas. En ciudades como Barcelona, en los últimos cinco años el precio medio por alquilar un apartamento de 80 metros cuadrados ha aumentado de 1.000 a 1.408 euros, según datos del portal inmobiliario Idealista.
Hace tan solo unos años, el incremento de viviendas turísticas en el centro de la ciudad condal desató una oleada de movimientos vecinales de protesta -con pancartas proclamando “Turistas ¡Go home!” (iros a vuestra casa)-, que denunciaban sentirse expulsados y privados de su propia ciudad por la “invasión” del turismo de masas.
Es el caso de Joan, de 33 años, quien tuvo que abandonar su vivienda en el barrio de Gràcia después de que su casero le subiese la renta en más de 300 euros. “A las pocas semanas me enteré de que estaba en Airbnb”, señala, convencido de que el objetivo de estos propietarios es buscar rentabilidad, en lugar de estabilidad.El negocio de los apartamentos turísticos se tambalea tras el coronavirus: ¿ha llegado la hora de reinventarse?DIANA FRESNEDA
Es precisamente esa estabilidad la que ahora echan en falta algunos caseros. Y es que la caída de la demanda está haciendo que en España el 6 % de los pisos dedicados al turismo hayan pasado al mercado tradicional, según datos de la Federación Española de Asociaciones de Viviendas y Apartamentos Turísticos (FEVITUR). La cifra alcanza el 25 % en Madrid y el 40 % en Barcelona.
Según el presidente de la Asociación de Viviendas Turísticas de Andalucía, los propietarios que han decidido afrontar la situación han tenido que reducir los precios de su vivienda turística un 30 % y, aún así, se siguen encontrando con cancelaciones diarias. Otros, por su parte, han optado por mantener su vivienda vacía hasta que mejore la situación. “Hay un perfil que tiene pánico a la normativa, a la Ley de Arrendamiento Urbano, y que un inquilino se quede cinco años. Prefieren esperar un año, a que pase todo esto, y volver a la rentabilidad”, nos cuenta.
03.07 minCae la demanda de los pisos turísticos – ver ahora
No obstante, a pesar de las pérdidas, Pérez-Lanzac cree que la crisis del coronavirus ofrece “una oportunidad para que el sector consolide el nivel de exigencia del turista”, ya que en los últimos años ha habido “un efecto llamada que no era competitivo” y que no generaba valor añadido. Por ello, considera, a partir de ahora, se alcanzará una madurez que la industria lleva desarrollando los últimos años.
Para el presidente de la Asociación de Viviendas Turísticas de Andalucía, así como para el resto de representantes consultados, la solución en estos momentos pasa por prolongar los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) más allá de 2020, aumentar los créditos del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y realizar una bajada tributaria a las empresas.
“Si no hay empresa, no hay trabajadores“
“En la época estival hacemos entre el 50 y el 70 % de la facturación total del año”, explica. Sin embargo, en este verano «tan dramático», las pérdidas serán numerosas y, sin ayudas, nos dice, los negocios relacionados con el turismo, sea cual sea su actividad, estarán abocados al fracaso: “Si no hay empresa, no hay trabajadores”, afirma.
Otros como Joan, que ahora vive “tranquilo sin turistas” en el área metropolitana de Barcelona por unos 800 euros, reclama la limitación del turismo de masas y de los pisos turísticos en determinadas zonas de las grandes ciudades. Su deseo, nos cuenta, es volver a la zona donde pasó parte de su infancia. “Ojalá la pandemia nos permita recuperar nuestros barrios”, concluye con esperanza.