Son una de las joyas naturales que hay que marcar en el mapa de la agreste Madeira. Formadas por lava volcánica, estas piscinas al noroeste de la isla permiten el envite suave del mar. Un paisaje Atlántico salvaje y milenario que ha domado la mano del hombre y que permite la inmersión de los fanáticos del baño de todas las edades.
Hay muchas formas de zambullirse en Copenhague, cada cual más apetecible. Una de las más singulares es Kastrup, un lugar al que se puede llegar en metro y autobús, como todo en la capital danesa. Construido en madera africana, este «caracol», como lo llaman los locales, es una estructura circular de 750 metros cuadrados con torres de buceo y venga de metros para tomar el sol y disfrutar del Báltico.
Para muchos, una de las piscinas naturales más bellas del mundo. Horadada en la roca por el mar Egeo, esta charca verde esmeralda en Tasos, la isla griega más septentrional, ofrece 20 metros de diámetro o, lo que es lo mismo, 20 metros de placer. Cuenta la leyenda que estamos ante el ojo de Zeus. Está situada a unos 3 o 4 kilómetros por una pista de tierra del pueblo de Astris.
No una, sino tres piscinas (una de ellas climatizada a 27º) sobre un muelle flotante. Este rincón emblemático de la capital finlandesa abierto todo el año está pensado para todos los públicos. Eso sí, el agua se filtra y se bombea desde un lugar más alejado del puerto con más corrientes para garantizar su limpieza.
El Charco Azul, el Charco de los Sargos… son muchas las piscinas naturales que esconden los recovecos de El Hierro, todas con esa combinación ganadora de lava, sol y el frescor del océano. La Maceta, al norte de la isla, es especialmente recomendada para ir en familia. Barandillas, escaleras y una zona para tumbarse hacen que el baño sea cómodo y tranquilo.
El oleaje y las fuertes mareas de Saint Malo siempre han dibujado una idílica estampa estival, pero incomodaba a los clientes del hotel de René Lesaunier, así que en 1937 decidió construir una piscina donde se pudiera nadar las 24 horas del día. Esta es la historia de esta piscina que cambia su aguas con cada marea y que hoy, como entonces, sigue seduciendo a los viajeros que llegan a este punto de la Bretaña.
Y llegamos al Adriático, en concreto, a la localidad de Roca Vecchia, en el tacón de la bota italiana. En la cueva Grotta della Poesia se zambullen con el buen tiempo locales y visitantes por igual. Sus maravillosas aguas cristalinas iluminan esta gran abertura circular de origen kárstico. Se puede acceder a la cueva gracias a una escalera excavada en la roca.
Un pequeño pueblo encaramado sobre un acantilado, un restaurante donde tomar un buen arroz con marisco y una piscina de agua salada frente al Atlántico. No se necesita nada más para ser feliz. Estamos en Azenhas do Mar, a 15 kilómetros de Sintra y 30 de Lisboa. Aquí el mar pega con fuerza, una razón más para disfrutarlo desde esta piscina que forma la marea de manera natural.
En el centro de la capital noruega y muy cerca de su espectacular Ópera, la playa de Sørenga, en el fiordo, es uno de esos pequeños paraísos urbanos de aguas refrescantes con muelles flotantes, playa, trampolines, duchas al aire libre, áreas verdes y varias piscinas… Si lo combinamos con un pícnic tenemos un día perfecto de verano.
El verano pasado, La Marina de Valencia, el único puerto deportivo de la provincia con Bandera Azul, estrenó su primera piscina urbana al estilo de alguna de las que hemos mencionado. La zona de baño está situada en la dársena interior, enfrente de La Base, y es de entrada libre y gratuita. La piscina principal tiene una superficie de 24 por 33 metros y un carril de nado para entrenamiento deportivo. Esta previsto que este verano la veamos de nuevo.
