Aparecieron el año pasado en el puerto deportivo Alcaidesa Marina, haciéndose notar entre las embarcaciones náuticas por su colores chillones en contraste con el mar.
Construidos en Polonia, estas diez embarcaciones motorizadas tienen además otra clara diferencia: están diseñadas para vivir, al menos, un fin de semana. Si nunca ha probado dormir en una casa-barco ahora tiene una oportunidad en el Mediterráneo, a dos pasos del inconfundible Peñón de Gibraltar.
«Buscábamos un concepto de turismo novedoso y ecológico, en contacto con la naturaleza», explica Bárbara Rokjkes, una de las responsables de este proyecto ideado por un grupo de familiares y amigos nietos de inmigrantes europeos.
Las casas-barco se han asociado siempre a un modo de vida nómada y bohemia, aunque en los últimos años se han puesto de moda como una alternativa que permite vivir en zonas urbanas a un precio un poco más asequible. En Ámsterdam hay cerca de 2.500 casas-barco repartidas en su intrincada red de canales.
Las diez casitas de Bout House están en primera línea de mar, frente a la frontera de Gibraltar. En diez minutos andando te encuentras en el control de pasaportes del territorio británico. «La vista es única. Tenemos el Peñón en las narices».
Se llega hasta aquí buscando relax y desconexión. «Vivir y estar flotando sobre el agua es una sensación espectacular», asegura Bárbara a VIAJES de El Mundo. También es una forma de acercar a la gente a los puertos deportivos de las ciudades y que conozcan y se relacionen con el mundo de la náutica. «Nos encanta la mezcla de gente de diferentes lugares que se va juntando en este mismo lugar, una suerte de comunidad de viajeros», añade esta bonaerense.
La casa barco se parece en parte a una caravana. «Son pequeñas casitas con cocina, baño con ducha, televisión, aire acondicionado… todo lo que tiene que tener una casa pero en formato compacto».
Además de cama doble, litera y hasta un sofá cama. Ideal para cuatro o cinco huéspedes y, desde luego, para una familia. «Los niños no se olvidan de pasar aquí una noche. Corren de un lado para otro por el muelle, juegan a ser capitanes del barco… a los padres les cuesta trabajo sacarlos del puerto para ver otras cosas».
Por una escalerita se sube a la terraza. Cada barquito tiene su terraza individual con mesa y tumbona para ver los bellos atardeceres del puerto. Wifi, también. Y párking en la misma marina para que los viajeros se olviden del coche y utilicen las bicis de cortesía disponibles. Completa el servicio un desayuno continental que Boat Haus acerca en bandejitas cada mañana a sus huéspedes. Café, zumo, fruta y panecitos caseros que traen de una panadería local.
¿Se podría viajar en estas casas-barco? «Se pueden mover porque están matriculados como barco. Tienen motor y licencia, pero no son aptas para navegar en esta zona de mar abierto. Implicaría mucho riesgo. Pero tienen todo lo que tiene que tener un barco. Solo están amarradas por seguridad», explica Bárbara.