Desde marzo cuando se inició la pandemia sugerimos protocolos de “pruebas en el origen”, requerir a los turistas las famosas pruebas negativas del Covid-19 preferiblemente antes de llegar al país, o en la entrada de los aeropuertos.
En aquella época, las pruebas eran caras, unos US$40 por prueba, complicadas para obtener las muestras, y la obtención de los resultados era lenta: Las más rápidas (que al principio probaron no ser muy confiables) tomaban de 15 minutos a 24 horas. Hoy todo esto ha cambiado: Las nuevas pruebas cuestan entre US$4 y US$5, y seguirán bajando de precio, las muestras pueden ser la saliva, y toman hasta menos de 5 minutos para dar resultados (algunas ya tratan de imitar las pruebas de alcohol que administra la policía a los conductores).
En Europa ya 18 países tienen este requisito, algunos de ellos no solo en aeropuertos, Alemania las está llevando a cabo a los que entran por ciertas carreteras nacionales y, al haberse facilitado las pruebas, se han creado los llamados “corredores de seguridad”, con pruebas de origen y en los aeropuertos, además de una profunda práctica de protocolos de salud, mediante las cuales zonas específicas dentro de un país (El caso de las Islas Canarias en España, y de Grecia, con Alemania y otros países de los cuales reciben tradicionalmente un gran flujo de turismo) que califican por haber demostrado buen control de la pandemia, garantizando que los turistas no sean sometidos a cuarentena cuando regresan a su país.
Inacción
En mi opinión, con nuestra inacción en esta área, tanto del sector público como privado, hemos dejado pasar una gran oportunidad de diferenciarnos en el mercado; haber marcado estas exigencias bien al principio, incluso cuando era relativamente caro (porque en ese entonces 40 dólares representaban menos del 4% del valor de un paquete turístico, hoy los 4 o 5 dólares no llega al 0.50%), nos hubiera presentado como el “país exigente” pero con una reputación única de “seguridad, seguridad y más seguridad”. Propusimos entonces el “Dominican Gate” para el mercado americano, establecer en 12 aeropuertos una operación de tomar pruebas antes de abordar, para garantizar que todos los viajeros estén libres de virus, con la cooperación de las aerolíneas que, en ese momento, estaban prestas a cooperar como fuera que sus aviones volaran, con flotas muy subutilizadas.
Quizás se pueda retomar esta idea, aunque hoy no tendría el mismo impacto, pero es crítico trabajar y ejecutar reconociendo que el nuevo turismo exige una imagen de “seguridad y más seguridad” para recuperarse; nosotros no la tenemos y es una tarea pendiente para todos, sector público y privado. Quizás nos sentimos muy cómodos; El ministro espera una recuperación del 50% el año que viene, cifra que en mi opinión no refleja la actual realidad, aunque tiene como viceministra la profesional más competente del país manejándole esos temas. Sería importante definir a que corresponde el 50%, ¿será de la capacidad instalada de habitaciones? No parece ser el caso, solo se ha abierto parcialmente, entre un 20% y 40% de la capacidad. La realidad de salud (con nuevos brotes de pandemia), y la económica (de profunda recesión), del origen tradicional del turismo dominicano, han generado que las reservaciones y vuelos esperados para la próxima temporada alta hayan disminuido notablemente, quizás alrededor de un 40% en el mercado americano, aun menos en el Europeo. Más sostenible es un notorio aumento del turismo interno, un éxito que si se ha anotado el Gabinete Turístico con sus facilidades.
Quizás este anuncio del 50% refleja las aspiraciones para el año 2021 entero, con la esperanza de una vacuna temprana, que allanaría una recuperación rápida de la salud; No es así en lo económico, los rebrotes en curso en USA y en los grandes mercados Europeos, proyectan una recuperación lenta, incluso con cambios de hábitos profundos que pueden trazar unas nuevas formas al turismo. Así las cosas, aprovechemos este período para mejorar el sector, garantizando la salud, renovando las infraestructuras intrínsecas del sector, incluyendo los pueblos turísticos y su medio ambiente. Como acertadamente ha anunciado el Presidente, abrir nuevos polos en el Sur, Pedernales y Monte Cristi, que incluyen aeropuertos y carreteras muy costosas, pero que activarán la economía con obras que, aunque toma tiempo construir, serán rentables a largo plazo.
Otra tarea importante es el relanzamiento de nuestra imagen, para lo cual la definición de la “Marca País” es esencial, o la campaña sustituta de “República Dominicana lo tiene todo”, lema exitoso. El Presidente tomó una buena decisión renunciando a la primera selección, y llamó a un concurso público entre creativos para elegir la nueva, pero con rigor y orientación. Sin entrar en temas técnicos, bien manejados por el CEIRD y su directora, la “Marca País” abarca muchas áreas y funciones. En lo que se refiere al turismo, la Marca País tiene subyacente una imagen y un concepto, reflejos del alma nacional. En España, una exitosa Marca País orientada al turismo fue el toro de Osborne, por el profundo arraigo de la fiesta taurina, y su presencia en carreteras por todo el país. En 1983 se instauró como marca de turismo el llamado Sol del gran pintor Miró, con el interés subyacente de promover la cultura como valor de turismo, siendo la primera vez que se utilizó un símbolo abstracto y moderno, para identificar un país. En este sentido, una observación y una sugerencia. La observación, hace unos años hicimos una encuesta informal entre turistas sobre los aspectos positivos y negativos de su estadía. En las respuestas, aparte del “sol y la playa”, lo más preciado fue el “calor humano”, el “cariño” la “amabilidad” y el “respeto” de los dominicanos prestando sus servicios al turista, a todos los niveles desde el mesero, hasta los jefes. Esta cultura de “cariño y amabilidad” es algo prácticamente único del dominicano, es nuestro “profundo
arraigo”, no existe en Puerto Rico, Jamaica, Cuba o México. La sugerencia: En el concurso de “Marca País” y/o a nivel de la nueva campaña de publicidad del turismo, usemos estos valores como indicadores de referencia para la elaboración del logo y del lema, quizás combinados con una muestra esencial de cultura dominicana, tipo el monumento a Montesinos, y con un jingle de merengue, para trasmitir valores culturales más allá del puro ocio y la diversión.