El coronavirus ha generado una crisis económica y social de la cual ningún país escapa. La República Dominicana no es una excepción, con la caída del PIB, del empleo y de los ingrsos de la gente. Hasta ahora el impacto es demoledor y, con las políticas que ha debido tomar el gobierno para mitigar su impacto, vamos a quedar tan endeudados que, aún si el coronavirus pasara a la historia, por mucho tiempo tendremos que trabajar para pagar las cuentas. El ciudadano tendrá que pagar impuestos sin recibir nada a cambio, porque se irán a manos de los acreedores.
Hasta septiembre, la economía había decrecido en 8.1%, y cuanto faltan datos de solo tres meses, parece imposible alcanzar la previsión del Gobierno de una caída de apenas 4% el año completo. Y esto que, durante el primer semestre, conforme su tradición de usar el manejo de la opinión pública como instrumento de política económica, el Banco Central sostenía que en la República Dominicana el impacto económico sería neutral este año.
Tanto insistió que hasta instituciones internacionales como el FMI, el Banco Mundial y hasta la CEPAL, pronosticaban que nuestro país sería el único de América Latina que no perdería, con un crecimiento cero. Y hasta bancos de inversión y agencias de calificación creían en ello. Nunca entendí a cuenta de qué tanto optimismo. Pero lo más sorprendente eran los argumentos utilizados:
Primero, creían que los turistas no venían porque los aeropuertos y los hoteles estaban cerrados, y que era cuestión de una decisión gubernamental para que el país se llenara de turistas otra vez. A partir de julio ambos han estado legalmente abiertos, y el país ha recibido 222 mil visitantes extranjeros por vía aérea, solo un 13% de los 1.7 millones recibidos en los mismos meses del 2018.
Segundo, que la economía dominicana era la más resiliente de América Latina, debido a que el país es el menos dependiente del turismo, dado que esa actividad aporta al PIB solo un 7.5%. Confieso que quedé confundido al leer tales argumentos, conociendo lo vital que es ese sector para la economía dominicana, más que cualquier otro país de América Latina.
Más adelante, el BID se encargó de poner las cosas en su lugar. En junio publicó un informe titulado “Extreme Outlier: The pandemic’s unprecedented Shock to tourism in Latin America and the Caribbean”, bajo la firma de Henry Mooney y María Alejandra Zegarra. En ese texto se elabora un Índice de Dependencia Turística de la economía de nuestros países, y encontró lo que ya sabíamos: la República Dominicana es la economía más dependiente de todas las latinoamericanas, con la excepción de las pequeñas islas del Caribe, que prácticamente no tienen otras actividades.
Y esto, que la metodología utilizada mantiene un error conceptual y metodológico que, por tan común no deja de ser garrafal: confundir el sector turismo con el subsector conocido en las cuentas nacionales como “hoteles, bares y restaurantes” (HBR), el cual es pequeñito, ciertamente 7.5% del PIB.
Vamos a ser francos: el subsector HBR se relaciona con el turismo, pero no es el turismo. Para comenzar, el componente llamado restaurantes contiene una infinidad de negocios de venta de comida preparada por donde nunca han visto un turista.
Por otro lado, el subsector HBR deja fuera una infinidad de negocios que sí son turísticos, ente ellos líneas aéreas y navales, puertos y aeropuertos, operadores, agencias de viajes y de promoción, tiendas y producción de artesanías y souvenir, transporte terrestre, mercaditos de abastecimiento, negocios de diversión y entretenimiento, etc.
Pero aun en el concepto de HBR, en el PIB solo se cuenta el valor agregado en esos establecimientos. Por ejemplo, cuando un turista se bebe una cerveza en un hotel, se computa como aporte solo el valor que le agrega el hotel, vale decir, la diferencia entre el precio a que la vende y el precio a que la compró, pero ¿y el aporte de la cervecería? ¿y el de todos los participantes en la cadena de transporte, distribución y venta?
Cuando un turista se come un plato de comida, el aporte del hotel o restaurante es cocinarlo y servirlo, pero ¿y aporte del agricultor, el porcicultor, el ganadero, el avicultor, el pescador, la industria de aceite, la de condimentos, de sillas, mesas y utensilios, el trasportista, y tantos otros eslabones de esa cadena? Al final, el subsector de HBR es apenas una parte del turismo, y la crisis de este sector impacta a casi todos los demás.