Aunque ha tenido muy poca difusión, la realidad es que La República Dominicana fue declarada como un Estado Archipelágico, en virtud de lo que dispone la Ley 66-07, cuyo contenido fue informado en fecha 23 de octubre del 2007 a la Organización de las Naciones Unidas, entidad internacional que incluyó a nuestro país en su lista de archipiélagos que en el mundo hay.1
En dicha ley se establece que el país está conformado por un extenso conjunto de 150 islas menores…un elevado número de arrecifes y emersiones en bajamar, varios bancos marinos, estrechos, bahías, cabos, cayos, la gran cordillera Submarina de Beata, contigua a la península de Barahona. Dicho texto legal define, además, las aguas interiores y la línea de base archipelágica para medir la anchura del mar territorial dominicano y el área donde ejerce en armonía con el Derecho Internacional sus derechos sobre una zona económica exclusiva, de conformidad con dispuesto en el 1982 por la Convención sobre el Derecho del Mar.2
Isla Saona
La isla Saona (antes Adamanay) es un hermoso territorio dominicano con una larga historia que contar. Su belleza deslumbra al que la visita. Ha servido como escenario para películas y documentales de corto, medio y largo metrajes.
Es de superficie plana, excepto en un lugar llamado Punta Balajú, el cual se eleva a 40 pies sobre el nivel del mar. Está ubicada en las aguas marinas del litoral sur de la provincia La Altagracia.
La Saona es la isla adyacente más grande del archipiélago dominicano. Antes de la actual pandemia de coronavirus era frecuentada por miles de turistas nacionales y extranjeros. Así será luego también. Su principal poblado es Mano Juan.
Cerca de la Saona hay un cenote o manantial de buen tamaño donde submarinistas hacen sus prácticas para fines científicos y deportivos.
En esa misma área arqueólogos e investigadores diversos, entre ellos los fallecidos Marcio Veloz Maggiolo y Elpidio Ortega, así como Abelardo Jiménez Lambertus y otros, encontraron cientos de piezas elaboradas por los taínos, que forman parte de la riqueza cultural dominicana.
La isla Saona, ubicada al oeste del canal Catuano, que la separa de tierra firme, es de suelo rocoso y calcáreo. Según mediciones efectuadas por diferentes grupos tiene 17 kilómetros de playas caracterizadas por su blanca y fina arena.
En su parte norte está escoltada por el cayo Ratón, que a pesar de su múrido nombre más bien parece ejercer de vigía insomne en el área.
Entre los otros atractivos que presenta esa parte del territorio dominicano están el referido canal de Catuano, punta Palmilla con su piscina natural, varias lagunas (Flamencos y Secucho son las más llamativas), miles de cocoteros y decenas de manglares, donde se anidan muchas aves que al volar en parvadas deleitan a los visitantes. La mata de los pájaros es famosa porque en sus ramas se posan cientos de tijeretas.
El nombre de Saona
Como lo primero es lo primero hay que decir que a la llegada de los españoles el nombre que tenía ese territorio insular situado en la región oriental del país era Adamanay. A través del tiempo se han dicho y escrito muchas opiniones sobre el significado del nombre de la isla Saona.
De lo que no hay duda es que existe un árbol así llamado, una de cuyas características es su “madera blanca con corazón negro achocolatado.” En el Diccionario del Español Dominicano se define la palabra saona así: “Variedad de uva de playa. Fruto de este árbol.”3
Tal vez fue otro árbol así también llamado que el jurista y gran novelista dominicano Freddy Prestol Castillo puso en boca del famoso general Pablo Mamá (en la novela del mismo nombre) al describir una historia de seres imaginarios, de bacases (folclore criollo) que protegían sus hatos y que al atrapar a los ladrones éstos “quedarían convertidos en cenizas al pie de un árbol de saona.”4
Sin embargo, algunos han opinado, sin pruebas a la vista, que al parecer el nombre de Saona (para identificar a la más grande de las islas adyacentes del archipiélago de la República Dominicana) fue puesto por Cristóbal Colón en su segundo viaje al llamado Nuevo Continente, tomando en consideración otros motivos ajenos a cuestiones vegetales.
Dicen que el nombre escogido fue para gratificar a un rico acompañante de Colón, nativo de la ciudad de Savona, en la Liguria italiana, de nombre Michelle de Cuneo, por ser éste el que supuestamente avistó dicha isla, en la inminencia de un vendaval marino.
Algunas notas al pie de manuales de historia colonial dicen que el referido Michelle de Cuneo aparece jactándose de eso en su obra titulada “de las nuevas islas del océano occidental”. Pero esa versión está atada a la ficción.
El grueso de la documentación disponible no avala la supuesta vinculación de Savona, ni de Cuneo con el nombre de la isla Saona.
En realidad Michelle de Cuneo era un figurante en ese segundo viaje. Tal vez por ello la periodista canaria María Rosa Alonso califica las notas de dicho señor como “producto de las imaginaciones de los italianos que rodeaban a Colón.”
Colón enfermó de gravedad en la Saona
En una cronología sobre los viajes de Cristóbal Colón se consigna lo siguiente: “1494.Del 14 al 24 de septiembre en Saona. Eclipse de luna durante el cual Colón trata de determinar la longitud en que se encuentra…25 de septiembre la flota pasa junto a la isla Mona. Colón gravemente enfermo y en coma. Se toma la decisión de regresar a Isabela.”5
La matanza de la isla Saona
Es necesario indicar que en el 1502, a la llegada de Nicolás de Ovando para hacerse cargo del gobierno colonial de la isla de Santo Domingo, sólo quedaban dos cacicazgos. Uno era el de Jaragua, que en los hechos era casi una ilusión, pues ya Bartolomé Colón en su gobierno colonial lo había convertido en una entelequia, tributando a los reyes españoles y sus autoridades delegadas en la isla.
El otro era el cacicazgo de Higüey, que en la realidad operaba con todos los atributos precolombinos de un cacicazgo, como era antes de la llegada de los españoles.
En el cacicazgo de Jaragua reinaba entonces, sin muchas ilusiones, y sin un claro ejercicio del mando, la viuda de Caonabo, la luego ahorcada Anacaona, quien sucedió a su fallecido hermano Bohechío.
Es por ello que en el 1503 el único cacique que en los hechos gobernaba en su territorio era Cotubanamá, que lo hacía en el Cacicazgo de Higüey.
La cruel muerte de un jefe indígena, despedazado por las dentelladas de un perro gallego entrenado para matar, provocó que la isla primero llamada Adamanay y luego Saona tuviera un inusitado protagonismo en la época de la colonización española, pasando a la historia con mucha sangre de por medio.
Bartolomé de Las Casas, que fue un cronista muy adicto en principio a las autoridades coloniales españolas (luego enderezó el rumbo de su vida) narró lo sucedido en esa isla con el perro asesino que “estaba en desgarrar indios tan bien amaestrado.”
Después de tan dramático relato dicho cronista colonial se dedicaría a hablar de otras cosas como aquello de que “entre la isleta de Saona y Sancta Caterina sale un río que me parece llamarse Heuna; a la ribera dél se pobló una villa que se llama Salvaleón…Diré aquí una cosa digna de oír que vide en aquella provincia en la parte della que está en derecho de la isla Saona, en la tierra y señoría de un rey o señor que se llamaba Cotubanamá.”6
En efecto, por el referido hecho bestial, y temiendo nuevas embestidas de ese tipo, el cacique Cotubanamá ordenó que indígenas bajo su mando se enfrentaran a la tripulación de una embarcación de España que se fondeó en la hoy isla Saona, pereciendo los colonialistas.
Las muertes de los españoles en la isla Adamanay, luego Saona, provocó que Ovando enviara al cacicazgo de Higüey, y particularmente al indicado territorio insular, a cientos de soldados encabezados por Juan de Esquivel, quienes llegaron en actitud de exterminio de la población indígena. Hubo allí, y en zonas aledañas, una espantosa matanza de nativos.
Los trágicos resultados de la expedición de marras demostraron que el militarote español Juan de Esquivel cumplió plenamente la misión encomendada.
Cuentan los cronistas de esa época, y recrearon luego historiadores dominicanos del siglo XIX, que el cacique Cotubanamá hizo una resistencia heroica, pero ante el poderío de las armas de los conquistadores, y atravesando cerros de cadáveres, buscó refugio en la isla Saona, siendo perseguido hasta allí.
Un historiador al narrar lo sucedido en la población de Salvaleón de Higüey extendió su criterio sobre la hecatombe ocurrida en la isla Saona y escribió esto: “…atravesando después el canal que separa a la Saona de las costas de Higüey, para vengar a los españoles asesinados en el mismo sitio en que se consumó el hecho.” 7
Todos los refugiados en la isla Saona fueron exterminados, excepto el cacique Cotubanamá, el cual fue capturado para llevárselo como trofeo al gobernador colonial Nicolás de Ovando, quien ordenó su ahorcamiento en un solar yermo de la ciudad de los Colones.
Bibliografía:
1-Ley 66-07, promulgada el 22 de mayo del 2007.
2-Ley 66-07 (artículos 2, 6,7,8 y 15). Promulgada el 22 de mayo del 2007.
3-Diccionario del Español Dominicano. Editora Corripio; reimpresión 2014.p626.
4- Pablo Mamá. Editora Taller, 1985.pp119 y 120. Freddy Prestol Castillo.
5-Diario de Navegación y otros escritos. Cristóbal Colón. Editora Corripio, 1988. pp357 y 358.
6-Historia de las Indias, Bartolomé de las Casas. Inserto en las de crónicas escogidas Oviedo-Las Casas. Editora Corripio, 1988.pp576 y 577.
7-Obras Completas. vI, t1. p81.Impresora Amigo del Hogar, 2016. José Gabriel García.