María M. Mur
(EFE) Santiago de Chile
Lejos quedan esas imágenes de turistas caminando entre moáis y haciendo fila para fotografiarse con los famosos monolitos rapanui: Isla de Pascua, el remoto archipiélago chileno en pleno Océano Pacífico, está a punto de cumplir dos años cerrada al mundo y sin fechas cercanas de apertura.
El cerrojazo ha sumido a la isla en una grave crisis económica y en la más absoluta desesperación a sus cerca de 8,000 habitantes, que se las apañan para «sobrevivir» como pueden en un archipiélago dedicado básicamente al turismo.
Su alcalde, Pedro Edmunds Paoa, dijo a Efe que la situación es «crítica» y que los vecinos están empezando a «comer menos y laborar la mitad de la jornada porque tampoco hay trabajo».
«Es desesperante y hay mucha incertidumbre», aseguró el edil durante una entrevista por Zoom.
¿Hasta cuándo?
La isla, que se blindó al turismo tras detectar su primer caso en marzo de 2020 y desde entonces solo ha registrado una decena de infecciones, pensaba abrir el pasado 1 de febrero, pero la irrupción de la variante ómicron en Chile alteró todos los planes y la apertura se ha suspendido de manera indefinida.
Desde la alcaldía, se ha condicionado la llegada de turistas a que el 80 % de los residentes en la isla cuenten con el esquema completo de vacunación (algo conseguido recientemente) y a la situación epidemiológica en el continente.
Con una media diaria de 35,000 nuevos casos y una positividad promedio superior al 20 %, Chile se encuentra en plena escalada de la variante ómicron, aunque la presión hospitalaria es baja por la levedad de los síntomas y las altas tasas de vacunación.
«Nosotros queremos abrir, pero la situación en Santiago no nos deja. Es como abrir una compuerta y que te venga toda el agua encima. Así es ómicron», aseguró Edmunds Paoa, quien explicó que la capacidad sanitaria de Rapa Nui (nombre local de la isla) es nula.
Desdehace casi dos años, en la isla solo aterriza un avión de carga que lleva provisiones una vez a la semana y transporta de vuelta al continente a vecinos que tienen que hacer alguna gestión «impostergable».
La Federación de Empresas de Turismo de Chile (Fedetur) pidió esta semana al Gobierno actuar lo antes posible ante el «tremendo drama humano y social» que se vive en la isla.
«Ya no existe ayuda que sirva. No hay ninguna actividad económica que resista de pie estando prácticamente dos años sin funcionar», afirmó la vicepresidenta de la organización, Helen Kouyoumdjian.
Una tapati familiar
Por segundo año consecutivo, Isla de Pascua celebra estos días sin turistas la Tapati, su fiesta más importante y considerada la mayor celebración de la Polinesia.
A diferencia de aquellos tiempos prepandémicos en los que miles de turistas bailaban durante quince días al son de cantos ancestrales y se deleitaban con carreras de canoas en el mar y de troncos de plátanos en el cerro Pu’i, la Tapati dura este año solo una semana, con la mayoría de las actividades terminando antes del anochecer.
«Nunca habíamos estado tanto tiempo cerrados. Nuestros antepasados pasaron situaciones parecidas pero de menor duración, sobre todo cuando había brotes de lepra y de ellos aprendimos a ser autosustentables», indicó a Efe por teléfono Akahanga Rapu, uno de los organizadores del evento.
Marlene Alejandra Saez, profesora de la isla, admitió a Efe que hay una parte de la comunidad que está contenta con la Tapati se haya convertido en un encuentro «familiar» porque en los últimos años se había masificado de turistas y se había marginado a las familias, «el centro de la cultura rapanui».
«Vamos a tratar de disfrutar estos días y de levantar el alicaído ánimo a la comunidad», concluyó Rapu.