En los últimos años se ha establecido en Rusia una clase media acomodada para la cual las vacaciones son importantes, y que gusta disfrutar del lujo. Sus destinos favoritos son países como Cuba, Indonesia, Tailandia y Turquía. Las Maldivas, las Seychelles y Sri Lanka también atraían cada vez más huéspedes de Rusia, al igual que la soleada Chipre, en el Mediterráneo, según dijo la Organización de las Naciones Unidas para el Turismo (OMT) a DW.
Según los datos de la OMT, en 2020 -año del que se dispone de las cifras más recientes- los turistas rusos generaron un volumen de negocio de 14.000 millones de dólares en todo el mundo y representaron el 3 por ciento del turismo total. Antes de la pandemia (2019), el volumen de negocio fue incluso de más del doble, con 36.000 millones de dólares, y los viajeros ucranianos aportaban otros 8.500 millones de dólares de facturación, de acuerdo con datos de la OMT.
Desde el inicio de la guerra rusa en Ucrania, suenan las alarmas en los países mencionados debido a las sanciones impuestas a Rusia por Occidente, que hacen que los turistas rusos ya no visiten gran parte de esos lugares. En Chipre, los huéspedes procedentes de Rusia (20 por ciento) y Ucrania (2 por ciento) representan un total del 22 por ciento de las pernoctaciones. A Turquía podrían faltarle, según las cifras del año pasado de la autoridad estadística turca, unos 4,7 millones de visitantes de Rusia, además de unos dos millones de Ucrania.
Los destinos turísticos se ven más o menos afectados dependiendo de su ubicación, según el profesor Urs Wagenseil, del Centro de Competencia de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Artes de Lucerna. «Algunas regiones como la costa sur turca, Tailandia o Bali perderán un gran número de turistas, mientras que ciudades como St. Moritz, Sölden o Viena echarán de menos a los turistas de ‘clase alta'». En todo caso, está claro que estos déficits no se pueden compensar «de la noche a la mañana», explica.
El profesor Urs Wagenseil, del Centro de Competencia de Turismo de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Artes, de Lucerna.
Los efectos son aún más dramáticos para Cuba. Rusia se había convertido en un faro de esperanza para la industria del turismo en la isla, después de que la pandemia del coronavirus provocara una caída del número de visitantes a la isla caribeña de un 70 por ciento en 2021. El 40 por ciento de todos los turistas extranjeros a Cuba provenían de Rusia.
En principio, siempre es aconsejable que un destino turístico no se especialice demasiado en veraneantes de un solo país de origen, afirma el profesor Jürgen Schmude, presidente de la Sociedad Alemana de Investigación Turística, en entrevista con DW. «Pero los conocimientos teóricos no siempre se reflejan en la realidad», añade.
Hasta el estallido de la pandemia del coronavirus, el sector turístico había registrado un crecimiento continuo durante un periodo de 20 años. Muchos países han conseguido diversificarse cada vez más, subraya Jürgen Schmude, y lo ilustra con Turquía: el país del Bósforo atrae a muchos millones de turistas de otros países, además de los aproximadamente cuatro millones y medio de turistas rusos.
Los empresarios hoteleros y gastronómicos de Chipre también se muestran relativamente tranquilos respecto del desarrollo de la situación. Philokypros Roussounides, director general de la Asociación de Hoteles de Chipre, afirmó que «gracias a la mejora de la cooperación con Francia, Alemania, Polonia, Hungría y otros países europeos, en 2022 estarán mejor que en el año anterior, a pesar de la ausencia de turistas procedentes de Rusia y del alza de los precios de la energía».
En opinión de los investigadores del turismo, hay otro aspecto que puede tener consecuencias casi igual de graves para los países de destino, como lo es la ausencia de viajeros de un determinado país de origen: concretamente, se trata de acontecimientos que desacreditan a una región de vacaciones o representan un peligro para los planes de turismo. Entonces, los veraneantes de otros países también cancelan sus estancias previstas, empeorando así aún más la balanza de esos destinos turísticos.
Estos sucesos pueden ser catástrofes naturales, como terremotos, erupciones volcánicas o inundaciones. Pero los peligros provocados por el hombre, como las guerras, los atentados terroristas o las convulsiones políticas, también pueden hacer tambalear los planes de las personas que quieren viajar.
Y es decisivo si se trata de un único suceso, o de si ha habido incidentes similares posteriormente, subraya también Urs Wagenseil, de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Artes de Lucerna. Muchos países que merecen ser visitados han desaparecido del mapa turístico a lo largo de los años a causa de repetidos peligros, o empiezan a desaparecer. «Túnez, Egipto, Sri Lanka, Irak, Siria, Birmania, Afganistán, México… El turismo en todos ellos sufrió durante mucho tiempo los efectos de la violencia, la guerra o el terrorismo, que disuadieron repetidamente a los turistas de pasar allí sus vacaciones», afirma el investigador suizo de turismo.
Con la ausencia de viajeros, como ocurre ahora tras la guerra de Ucrania, los países que dependen del turismo se enfrentan a tiempos difíciles, porque la compensación por la pérdida de ingresos es muy limitada, si es que la hay. La OMT indica que está en contacto con los países miembros para apoyarlos lo mejor posible a la hora de afrontar la crisis, y respaldar una posible reorientación de su estrategia de marketing. Además, algunos países cuentan con programas de ayuda, pero estos suelen cubrir solo una parte de las pérdidas.