Con cielos azules aparentemente a una distancia por encima de tu cabeza, la roca áspera en tu mejilla y el mundo trazado a cientos de metros debajo de tus pies, las vías ferratas no son para los débiles de corazón.
Para algunos, las imágenes de personas trepando escaleras sobre barrancos profundos o escalones incrustados en la ladera de la montaña son suficientes para inducir las palmas de las manos sudorosas. Para otros, la descarga de adrenalina comienza a fluir.
Si bien el fenómeno de la vía ferrata – italiano para «camino de hierro» – se ha extendido por todo el mundo, los senderos serpenteantes de escalones de metal, pasarelas de madera, puentes de cable y escaleras tienen su origen en la Primera Guerra Mundial.