El turismo crece sin apropiadas vecindades urbanas. Si se va a velar por un éxito continuado de República Dominicana como destino con excepcionales atractivos para viajeros de todo el mundo, lo más inmediato a emprender sería el mejoramiento urbanístico de los entornos de polos hoteleros.
Las gallinas de los huevos de oro que prosperan en esta geografía no pueden seguir, como acaba de exteriorizar el Banco Mundial, situadas en medio de carencias de infraestructuras y servicios básicos que garanticen calidad de vida.
El BC considera que el reordenamiento de territorios de vocación turística fomentaría inversiones locales y extranjeras, siempre necesarias, en los enclaves preferidos por los viajeros.
Aunque el banco no lo expresa con las palabras apropiadas, las degradaciones sociales y ambientales cerca de donde existen elegancia y comodidades para el esparcimiento, tienden a crear ingratas visibilidades de la pobreza y de falta de control sobre uso de espacios.
No se necesitarían cuantiosas inversiones para suprimir escenas que delatan malos desempeños del Estado y municipios. Sería un asunto de mejorar asentamientos con formas típicas de construir dotando los sitios de infraestructuras públicas con brillo de limpieza sin desorden ni acoso de pedigüeños y delincuentes.
El contraste entre la grata belleza y espléndidas atenciones de los hoteles y los malos panoramas exteriores cercanos, expone una inaceptable desconexión social entre el progreso de una industria y el atraso de comunidades.