A poco más de 249 kilómetros de la capital dominicana, un destino paradisíaco envuelve al visitante.
Cayo Arena es un tesoro prácticamente aún virgen y escondido en medio del mar. Para descubrirlo y así comprobar qué tan hermoso es hay que escaparse en una divertida ruta de un día por la Línea Noroeste del país.
Entre las provincias costeras Puerto Plata y Montecristi, bañadas por el océano Atlántico, divisando un hermoso paisaje de sol, mar, arena y palmeras, las más de cuatro horas de viaje sirven como una recarga de energía y tiempo para realizar muchas fotografías.
Dejando atrás la playa La Ensenada, la parada que conectará con Cayo Arena es Punta Rucia, una hermosa comunidad de pescadores localizada entre las dos citadas provincias, que para muchos es más de Montecristi y para otros es de Puerto Plata, pero el mapa la ubica en esta última.
Llegada a Punta Rucia. De entrada, varios locales venden a los comensales pescados fritos y mariscos, como doña Sharo.
La tibia playa de Punta Rucia de color azul turquesa y su baja profundidad es como un imán para quedarse ahí por horas. Es tan baja que para zambullirse hay que nadar varios metros lejos de la orilla. Pero para que el día rinda, hay que seguir.
Allí espera el capitán para abordar la yola o bote y en el caso de grupos grandes y con otras amenidades, un catamarán.
Por los próximos 25 minutos, el capitán Juan Evangelista Sánchez (Cantinflas), va describiendo el lugar que conoce al dedillo.
La risas de los aventureros de este viaje, la mayoría de la provincia sureña de San José de Ocoa, resuena en la yola y no falta la frase: “Nos vamos pa’ Puerto Rico”.
Cada vez más lejos de la playa, las aguas van cambiando de azul turquesa a azul oscuro, pero conservando el mismo esplendor y brillo que aumenta debido al imponente sol.
En ese momento, el bote se detiene para presenciar otro regalo de la naturaleza que pasa casi inadvertido por las olas: La hermosa piscina natural está a unos minutos de llegar a Cayo Arena.
Allí pueden detenerse y darse un chapuzón. Aguas cristalinas y fina arena blanca dan el primer aviso de lo que se vera en Cayo Arena.
Sus aguas cristalinas, arrecifes de corales y peces tropicales, coloridos (algo como la cinta «Buscando a Nemo») dan la bienvenida a Cayo Arena.
Es descrito por el Ministerio de Turismo de República Dominicana como «un banco de arena» en medio del brillante océano azul, con fina arena blanca y aguas poco profundas repletas de peces tropicales.
De acuerdo con datos del Instituto Cartográfico Militar, geográficamente el cayo pertenece a Montecristi. La distancia desde la orilla de Punta Rucia es de dos kilómetros y medio de su costa y tiene una altura aproximada de 5 a 6 metros sobre el nivel del mar, que puede cambiar por el oleaje.
Lo que idealizan las fotografías promocionales se supera al bajar del bote.
Unas seis ‘casitas’ hechas de palos de madera y cobijadas de cana es lo único que ocupa el banco de arena y que sirve para cubrirse del radiante sol. Así como guardar cualquier pertenencia o comida que deberá ser devuelta al bote. Todo tipo de desperdicio debe ser llevado a un zafacón al llegar a tierra.
El agua es tan clara que se pueden ver los peces de todo tipo de colores, como si de una pecera doméstica se tratase. El pez payaso es uno de los más comunes. Las tres rayas lo distinguen entre los arrecifes de corales.
Para apreciarlos aún más, hay que sumergirse. Juan Evangelista Sánchez (Cantinflas), el lugareño capitán y guía de cabecera del viaje, entrega a los visitantes las gafas de snorkelers para vivir la experiencia que supera todas las expectativas: ver cada detalle, color, tamaño y rapidez de los peces que conviven en Cayo Arena.
Con un teléfono inteligente pueden captarse en fotos y en videos, principalmente cuando rodean a los bañistas. ¡Algo surreal!
Además, Cayo Arena se aprovecha para bucear, nadar y hasta jugar.
De vuelta a la playa de Punta Rucia los visitantes se pueden detener en los tupidos manglares bordeados por lagunas para avistar las aves y la vegetación que forma parte de un área protegida.
La panorámica cambia completamente. Ahora inunda el verdor y los silbidos de las aves. Su gran extensión conecta con el Parque Nacional Submarino de Montecristi.
Se buscan el peso
El conversador Cantinflas comenta a Diario Libre que en temporada buena captan hasta 100 clientes que se mueven en tres embarcaciones.
El comunitario, que trabaja para Anthony Tours Cayo Arena, destaca que además de los paseos hacia el destino principal y cerca del Parque Nacional Submarino de Montecristi, los habitantes también se ganan la vida con la pesca.
Cada pasajero paga entre RD$600 y RD$800 por el paseo en un bote simple. Los costos suben en un catamarán.
Otra forma de apoyar el turismo comunitario es comprando la artesanía a mano y haciendo una parada técnica en los diferentes espacios para comer y hospedaje, como el restaurante Damaris y el hotel Punta Rucia Lodge. En los últimos años han aumentado las rentas de villas cerca de la playa.
Finaliza el día en Punta Rucia. Desde ese rinconcito de ensueño en la costa noroeste se manifiesta uno de los más bellos atardeces que ojos puedan ver.