Los ministros de Turismo de 19 países (entre los que no había nadie de España, ni de ningún país turísticamente importante, tal vez exceptuados Malta y Portugal), aprovechando que visitaron la World Travel Market de Londres, se reunieron bajo la batuta del secretario general de la Organización Mundial del Turismo, Zurab Pololikashvili, para hacer algunas reflexiones sobre el futuro. Allí, bajo el lema “Repensar el turismo”, aparecieron dos conceptos: por un lado la sostenibilidad y por otro el empleo.
A mí me parece interesante ver la siguiente contradicción: habló Ahmed Al-Khateeb, ministro de turismo del Reino de Arabia Saudita, para destacar la necesidad de poner “la sostenibilidad por encima de todo”. Arabia, con el mismo derecho con que en su momento España hizo del turismo uno de sus pilares de crecimiento económico, está ya edificando una parte importante del desierto, para competir en este mercado, buscando turistas del máximo nivel de gasto. Dicho en crudos términos ambientales, vamos a cambiar un desierto impoluto por unas ciudades, aeropuertos y centros comerciales que crearán riqueza. Como todo esto va a llevar un informe de impacto ambiental, decimos que es sostenible, de manera que al final hasta va a parecer que el desierto virgen e impoluto era un pecado y que gracias al desarrollo hemos conseguido hacer de aquellas piedras algo sostenible.
En mi modesta opinión, hay una contradicción esencial: o queremos empleo o queremos sostenibilidad. Una cosa es opuesta a la otra. Escoger el camino intermedio no es proteger el medio ambiente, es destruir lo mínimo para hacer que las dos cosas sean compatibles. El problema, entonces, es si el planeta puede permitirse los siete mil millones de habitantes.
Ya ven, pues, qué útiles las reuniones del turismo de Naciones Unidas.