Sabía que el turismo era un sector resiliente en República Dominicana, pero no tenía idea de que fuera capaz de tener tanto éxito a pesar de que en el país se registran múltiples acciones con potencial para destruirlo.
Reconozco que el gobierno de Luis Abinader mantiene tres gigantescas políticas públicas para apoyar el turismo: inversiones en infraestructura para facilitar sus operaciones, exenciones fiscales de todo tipo y promoción del país como destino, a la par de un esfuerzo descomunal para silenciar informaciones que “dañen” la imagen del país.
Esa es la cara de la moneda y no necesita cifras ni ejemplos concretos. Están a la vista. La cruz de la moneda la representa la pésima gestión de la seguridad ciudadana, la demostración palmaria de la bestialidad policial, la violencia machista, los asaltos callejeros, el robo con escalamiento, el caos del tránsito; las ciudades, carreteras, ríos, playas y senderos cubiertos de basura, la inoperancia de la justicia, la corrupción y la extorsión.
La cara, generosa a más no poder, el gobierno la da graciosamente y los inversionistas nativos y extranjeros la reciben a carcajadas.
La cruz, el gobierno se la sirve al turismo involuntariamente por incompetencia, por falta de compromiso con el servicio público, por la selectividad en la aplicación de las leyes y porque son políticos buscando cargos y riquezas, para nada estadistas y mucho menos ministros que se respeten y respeten al pueblo que los eligió.