Más allá de los tesoros naturales, culturales y gastronómicos que se esconden en América Latina y el Caribe, el turismo representa una importante fuente de generación de riqueza y tiene el potencial de convertirse en uno de los grandes motores de crecimiento, desarrollo, innovación y sostenibilidad ambiental. Además, al ser un sector transversal (implica al transporte, hostelería, restauración, cultura, gastronomía, ocio y naturaleza, entre otros), también puede convertirse en una punta de lanza para lograr que la región lidere la lucha global contra el cambio climático y la conservación de la biodiversidad.
La importancia del sector en la economía de la región es indiscutible: en 2019 representó el 42% de las exportaciones totales del Caribe y el 10% de América Latina; la economía del turismo, que incluye a todos los sectores que orbitan alrededor de la recepción de viajeros, representó el 26% del PIB en el Caribe y el 10% en América Latina; y generó el 35% del empleo en el Caribe y el 10% en América Latina, con participación superior al 40% de mujeres.
La magnitud de estos datos explica la gravedad del impacto de la pandemia, que ocasionó la peor crisis de la historia del turismo internacional. En 2020, el sector se contrajo en un 73%, provocando pérdidas en los ingresos de más de 900.000 millones de dólares. Países como Honduras, República Dominicana, Colombia y El Salvador se están recuperando y alcanzaron, entre enero y septiembre de 2022, llegadas de turistas superiores a los niveles prepandemia. Sin embargo, la mayor parte de los países del Caribe y Sudamérica todavía están por debajo de los niveles de 2019.
De todas formas, la sacudida socioeconómica que supuso la pandemia también trajo nuevas oportunidades para el turismo en América Latina y el Caribe: los viajeros buscan experiencias cada vez más locales y auténticas y están dispuestos a pagar más por destinos sostenibles (desde el turismo de aventura y naturaleza, el ecoturismo y el agroturismo hasta el turismo gastronómico y cultural), una realidad que tiene el potencial de beneficiar especialmente a los países de la región, por la extraordinaria riqueza de su patrimonio natural.
En este escenario, mientras las economías avanzadas están tomando medidas turísticas reactivas para paliar los efectos del cambio climático, América Latina y el Caribe, una región que ha contribuido poco a las emisiones de gases de efecto invernadero y que resulta especialmente vulnerable a los impactos de los desastres naturales provocados por los fenómenos meteorológicos extremos, tiene la oportunidad de impulsar un turismo sostenible y regenerativo que, más allá de evitar el impacto negativo sobre el medio ambiente, conduzca a restaurar y mejorar su patrimonio natural y cultural y, con ello, aumente el bienestar de los ciudadanos.
Tendencias globales como el Slow Tourism, por ejemplo, que abogan por un turismo de cercanía, local y con bajo impacto ambiental, tienen un buen caldo de cultivo en la región, ya que ayudan a desarrollar el tejido empresarial y comercial en grandes ciudades y pequeñas comunidades, contribuyen a desarrollar nuevas rutas turísticas, tanto culturales como naturales, y nuevos circuitos gastronómicos.
Esta nueva realidad supone una oportunidad inigualable para que América Latina y el Caribe conciba sus destinos turísticos no solo como generadores de riqueza, sino como articuladores de un desarrollo socioeconómico y productivo que impacte positivamente al medio ambiente y que contribuya a la mitigación y adaptación al cambio climático.
Para impulsar esta agenda y lograr que la voz de la región tenga eco global, CAF -banco de desarrollo de América Latina- presentará en FITUR 2023 su nueva propuesta de trabajo para potenciar un modelo de turismo vivo y regenerativo que contribuya a paliar los efectos del cambio climático, a preservar la biodiversidad, a potenciar el patrimonio cultural y a reactivar las economías. La propuesta está enmarcada en nuestro compromiso de invertir USD 25 mil millones en financiamiento verde en los próximos cinco años y de convertirnos en el banco verde de América Latina y el Caribe.
En este sentido, nuestra agenda turística apunta a mejorar el bienestar de comunidades rurales, pueblos indígenas y afrodescendientes; a proteger y restaurar la biodiversidad y poner en valor los servicios ecosistémicos; a reducir la vulnerabilidad ante los desastres naturales derivados del cambio climático con infraestructuras más resilientes y sistemas de monitoreo y predicción; a mejorar los procesos de planificación de los gobiernos;a potenciar la economía circular;y a crear nuevos espacios para potenciar economías creativas y culturales, como museos, galerías, teatros o distritos creativos.
En las próximas décadas, América Latina y el Caribe deberá aprovechar su gran potencial natural para convertirse en un referente global del turismo regenerativo, algo que contribuiría al crecimiento económico, a la creación de empleo de calidad, al fortalecimiento del tejido empresarial y a la generación de réditos sociales, especialmente en comunidades locales.