Ni rastro en la plaza de San Pedro de la bronquitis infecciosa que el miércoles obligó al Papa Francisco a ser ingresado en el policlínico Gemelli de Roma y a seguir tres días de tratamiento antibiótico intravenoso. Francisco ha respondido contundentemente a las especulaciones sobre el futuro del pontificado que desató su convalecencia. El Pontífice ha presidido la misa del Domingo de Ramos con total serenidad y todavía más soltura que hace un año, cuando su lesión de rodilla le obligó a permanecer sentado y sin moverse de sitio durante esta misma ceremonia.
En 2022 siguió la misa siempre desde la zona del altar, pero esta vez la comenzó en el centro de la plaza, en el obelisco, donde guio en pie la bendición de los ramos de olivo y de las palmas, como es tradicional.
Durante la misa de este domingo, el Papa evitó mencionar directamente su enfermedad, pero sí que antes de marcharse se refirió a ella. «Gracias por vuestras oraciones, que sé que habéis intensificado en las últimas fechas. Gracias de veras», dijo entre aplausos.
En la ceremonia, rodeado por dos olivos centenarios que una empresa italiana ha prestado al Vaticano para esta misa, el Papa anticipó el hilo central del mensaje espiritual que propondrá a los católicos durante esta Semana Santa.
Preparó para este día una conmovedora homilía, en la que explicó el sentido del abandono de Jesús durante la Pasión, tal y como se describe en el Evangelio de San Mateo que acababa de leerse en la plaza. «Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados, porque en ellos no sólo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado», explicó.
«Jesús está en cada uno de ellos, abandonados hasta la muerte», continuó con voz serena. «Pienso ahora en aquel hombre sin techo, alemán, que murió hace algunas semanas bajo la columnata vaticana, solo, abandonado. Él es Jesús, para cada uno de nosotros», aseguró.
«Muchos abandonados necesitan nuestra cercanía», añadió. Y apartándose del texto escrito que llevaba preparado, confió en tono personal que «también yo mismo necesito que Jesús me acaricie, se acerque a mí, y por eso voy a encontrarlo en los abandonados, en quienes están solos».
«Cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se parecen a Él, a Jesús en el momento extremo del dolor y la soledad», propuso. Se refería a «pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas».
«Pero también hay tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, ancianos que han sido dejados solos: tu madre, tu padre, tu abuelo, tu abuela, abandonados en geriátricos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor. Y no encuentran otro camino que el suicidio. Son los «cristos» de hoy», avisó.
La idea central, repitió, es que esas «personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo». «Pidamos hoy la gracia de saber ver y reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos; cuidemos de aquellos que han sido dejados solos», concluyó.
El Papa hablaba con tono firme, pero quizá un poco cansado o resfriado. Bajo las vestiduras litúrgicas se le veía más ancho, pues probablemente llevaba un abrigo suplementario. Se levantó y estuvo de pie en varias ocasiones, y no necesitó usar bastón.
El Papa Francisco presidió la ceremonia en presencia de toda la Curia vaticana, incluidos el cardenal Angelo Becciu, cuyo proceso se está celebrando en el tribunal del Vaticano, y el secretario de Benedicto XVI, Georg Gänswein, que se está ocupando de poner en práctica las disposiciones testamentarias del papa emérito.
El Papa envió una bendición a la iniciativa «Caravana de la Paz», organizada por varias instituciones religiosas italianas, y que este domingo salió rumbo a Ucrania «con productos de primera necesidad, para el pueblo ucraniano, por el que rezaremos especialmente durante estos días de Semana Santa».
Entre los 30 mil peregrinos que asistieron a la misa, se hicieron notar muchos jóvenes españoles, algunos de ellos participantes en el «Foro Univ» que reúne estos días en la Ciudad Eterna a unos cuatro mil estudiantes de varios continentes.
Francisco no tenía prisa en marcharse. Cuando acabó la misa y se retiró las vestiduras, se subió a la silla de ruedas y saludó uno a uno a todos los cardenales. Como a lo largo de la mañana fueron entrando nuevos peregrinos a la plaza, unos 60 mil según la Gendarmería Vaticana, antes de regresar a su casa, el Papa atravesó todos sus pasillos en el papamóvil y salió hasta la gran avenida que conduce a la plaza para hacerse ver de cerca por las personas.
Quienes se esperaban ver un papa débil, enfermo o decaído, se llevaron una enorme decepción.