Sumergirse en el centro del Gran Santo Domingo y ser arropado por sus edificaciones, aturdido por el estruendo de las bocinas en los tapones, es a lo que estamos acostumbrados quienes residimos en esta enorme urbe, por lo que drenar el estrés que esto provoca y recargar pilas para los días venideros, es lo que muchos planean desde que el fin de semana se asoma.
Pero ¿Qué tal, si el deseo de la próxima semana es realizar actividades recreativas en zonas naturales con un enfoque de sostenibilidad ambiental?A pesar del pedregoso camino, la joya a descubrir vale la pena
En pocas palabras hacer ecoturismo, ese tipo de turismo interno que deslumbra simplemente con su verdor, hasta aquel que es difícil de impresionar, despertando ese afán de contribuir con la preservación del medio ambiente y fomentar acciones ecológicas.
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Para quienes se les hace muy cuesta arriba, por una u otra razón, trasladarse al interior del país a hacer ecoturismo, en Santo Domingo ¡también es posible!
Esta enorme ciudad de una superficie de 2,770 km², posee tesoros que funcionan como sus pulmones verdes.
No muy lejos del centro, se encuentra un lugar idílico para los amantes de volverse uno con la naturaleza, pero que muy pocos conocen: el Parque Nacional Humedales del Ozama.
Desde el inicio del pedregoso camino a recorrer, hasta la llegada al “claro”, el público es bien recibido por la flora y la fauna, que convierten esta experiencia en una transformación a la conciencia, brindando como obsequio de bienvenida el aire más puro y sus cantos como “sound track” de la interesante visita.Manatí, es una de las cinco lagunas ubicadas dentro del parque.
Con sus 46.2 kilómetros cuadrados, los Humedales del Ozama se extiende por varios puntos de Santo Domingo: San Luis y San Isidro, Santo Domingo Este; La Victoria, Santo Domingo Norte, pero también en la zona de El Naranjal de la provincia Monte Plata, explica Raúl Rustand, administrador del parque.
En este paraíso de exuberante belleza, compuesta por 5 lagunas: Manatí, Enea, Catalino, Flamenco y Elpidio; que anteriormente era una zona de cultivo de caña, hasta su recuperación en 2002; un compendio de atracciones ecoturísticas lo complementan.
Acampar, reforestar, hacer kayak, bucear, observaciones de aves, pasear en bote o por sus senderos, y pescar (solo con caña o anzuelo), todo con permiso del Ministerio de Medio Ambiente, es la atractiva oferta que ofrece el lugar. Así como picnics y pasadías familiares de lunes a domingo, de 8:00 am a 5:00 pm, sin requerir dicho permiso.
Todo esto se puede realizar mientras se comparte espacio con la caoba criolla y hondureña, el mangle negro, guama, así como con el barrancolí, ruiseñor, martin pescador, mejillones de rio, pez gato, entre otras decenas de especies, cuidadas por un equipo de guarda parques, orgullosos de ser protectores de esta reserva forestal que sus manos también ayudaron a recuperar.
Aunque sus visitas son en su mayoría de colegios e instituciones; Rustand considera que este remanso de paz natural y familiar, especial para el ecoturismo, es una joya en espera de ser redescubierta por nacionales y turistas.