Un viaje bajo tierra por los metros más bonitos (y sorprendentes) del mundo

Un viaje bajo tierra por los metros más bonitos (y sorprendentes) del mundo
Un viaje bajo tierra por los metros más bonitos (y sorprendentes) del mundo

ESTOCOLMO

«Bajar a las profundidades nunca ha sido fácil». Así arranca Metro trips, un sugerente viaje por los metros del mundo (colección Guías Singulares de la editorial Anaya Touring), una original guía por algunas de las estaciones y líneas de suburbano firmado por Sergio Moreno Ramos, docente, licenciado en Historia del Arte e investigador. Su recorrido nos adentra por esta «red de arterias que se retuercen bajo nuestros pies» nos lleva de Estocolmo (en la imagen, su estación Central) a Londres, París, Nueva York, Moscú, Lisboa, Nápoles, Dubái, San Petersburgo y, por qué no, también Madrid.

LONDRES

El autor del libro nos adentra en las entrañas de Londres, donde se encuentra «el mundo subterráneo más colosal y sorprendente de cuantas ciudades podamos visitar actualmente». Por algo fue el primer metro del planeta, viendo la luz en 1863. Allí, entre catacumbas, alcantarillas y escondrijos insólitos se encuentra el tube, que se ha convertido en un icono más de la capital británica junto a las míticas cabinas, el Big Ben o el Palacio de Buckingham. Nada menos que 400 kilómetros distribuidos entre cientos de vías recorren los subsuelos de la ciudad, con joyas arquitectónicas como la estación de Baker Street (en la imagen), una de las más antiguas.

PARÍS

Saltamos a la capital francesa para descubrir su bello suburbano, que tardó más de 50 años en construirse «entre proyectos descartados, trámites burocráticos de toda índole y disputas varias». Finalmente, la primera línea, que cruzaba la ciudad de este a oeste, se inauguró el 19 de julio de 1900 coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos. Pronto, los parisinos comenzaron a llamarlo Metro en vez de su nombre real, Chemin de Fér Métropolitain o Tren Metropolitano. Hoy, consta de 302 estaciones y 219,9 kilómetros de vías, pero hay proyectos para concebir cuatro líneas más. Lo que no cesarán son las historias de fantasmas que, dicen, pululan por muchas de ellas. Ni sus enamorados, como el escritor Julio Cortázar, que hablaba del «esqueleto mondrianesco» de su plano. En la imagen, la estación de Arts et Metiers.

NUEVA YORK

Si hay un metro mítico mil veces inmortalizado en el cine, ése es el de Nueva York. Bien lo sabe el autor de esta guía, que no solo habla de monumentales estaciones operativas actualmente como la de Grand Central, quizá la más famosa del mundo, sino también de otras ocultas, llamadas fantasmas, como la del City Hall (en la imagen), de impresionante belleza y que puede vislumbrarse de manera furtiva desde alguno de los vagones del suburbano que pasan por ella sin detenerse. Conscientes de su hermosura, las autoridades neoyorquinas la han cuidado al máximo, manteniendo la iluminación y conversando sus azulejos verdes y blancos en perfecto estado.

MADRID

No podía omitirse en esta recopilación la capital española, cuyo metro cumplió 100 años en 2019. Fue el primero de nuestro país y sus esbozos iniciales se tomó como referencia el diseño del ya citado londinense, el primero del mundo. El tramo de Sol a Cuatro Caminos fue el primero que se levantó, añadiéndose en 1924 otra línea que llegaba a Ventas. Durante los años de la Guerra Civil siguió funcionando e incluso se inauguró alguna línea más, sirviendo además como refugio, igual que pasó en Londres durante la II Guerra Mundial. El arquitecto más prolífico de Madrid, Antonio Palacios, también se encargó del metro durante 25 años, otorgando un estilo decorativo a los puntos de acceso, con templetes incluidos, y los vestíbulos. Incluso fue el creador del logotipo en forma de rombo, tomando como referencia, otra vez, el de Londres. A día de hoy, la red alcanza los 300 kilómetros, encabezando las más largas del mundo. No faltan estaciones fantasma como la de Chamberí y otras artísticas, como la dedicada a Paco de Lucía (en la imagen).

MOSCÚ

El metro de Moscú llegó tardío, en 1935, mucho después que el de Londres o París, pero la intención de construirlo nació mucho antes, en 1872, pero la Iglesia se opuso porque suponía derribar varios templos. Luego llegaría la Revolución de 1917 y la I Guerra Mundial, por lo que los proyectos se pararon. Fue Stalin, en los años 30, el que lo convirtió en una realidad, haciendo que las obras no cesaran ni en la II Guerra Mundial. Eso sí, el líder comunista quería que estuviera a la vanguardia de todos los subterráneos de la época para demostrar así el poder soviético. De ahí que la función ideológica estuviera siempre presente, pero también el valor artístico, con todo tipo de mosaicos, cerámicas, frescos y esculturas decorando las estaciones al estilo de la estética barroca y los salones imperiales rusos de los siglos XVIII y XIX. Como ejemplo está la estación de Komsomolskaya, en la imagen.

TAIWÁN

Metro trips también se detiene en uno de los metros más curiosos, el de Taiwán, en cuya estación Formosa Boulevard Kaohsiung (en la fotografía) se encuentra la estructura de cristal más grande del planeta, con un diámetro de 30 metros y 4.500 paneles de vidrio. Diseñada por el artista italiano Narcissus Quagliata en 2007, dicen que se parece a una gigantesca palmera repleta de luces de colores. No en vano, se la conoce como la «cúpula de la luz». Se ha convertido en una atracción más de Taiwán hasta el punto de que tres veces al día (y cuatro los fines de semana) tiene lugar en ella un espectáculo gratuito de luces impresionante, al que no le falta música. Aunque solo dura dos minutos, hay sillas dispuestas para que la gente se siente a contemplarlo.

LISBOA

Las cosas como son. El tranvía lisboeta es todo un icono de la capital portuguesa, mucho más que su suburbano, que no llegó hasta 1959, cuando se abrieron las dos primeras líneas, que apenas tenían seis kilómetros de largo. En estos momentos, su extensión total no supera los 50 kilómetros, con 56 estaciones distribuidas en cuatro líneas. Y aunque todavía no acaba de convencer a los lugareños, lo cierto es que el metro de Lisboa (en la imagen, la estación de Olaias) es un gran museo subterráneo, «una galería de maravillas que lo convierten en un lugar especial, no solo en un espacio de tránsito», como comenta en sus páginas el autor del libro de Anaya. Los azulejos están en todas partes, así como obras de arte en los andenes de estaciones como la de Campo Pequeno.

NÁPOLES

La siguiente parada nos lleva a Nápoles y a su bello caos. También a sus «profundidades insondables», como describe el autor del libro esa zona de ahí abajo en la que convive un festival de laberintos, pasadizos, acueductos y alcantarillas. No en vano, es posible realizar una visita guiada por ese mundo subterráneo en el que los arqueólogos no dan abasto. La ciudad italiana solo tiene dos líneas, pero desde el principio se promovió que todo el metro ofreciera una experiencia cultural al viajero, de forma que hay instalaciones artísticas permanentes a golpe de mosaicos, esculturas, pinturas, obras audiovisuales y montajes lumínicos. Un ejemplo de ello es la moderna estación Universidad (en la fotografía), proyectada por el diseñador industrial Karim Rashid, y repleta de colores fuertes e innovadores materiales.