La Semana Mayor se corresponde con uno de los periodos estelares en la liturgia católica. Guarda semejanza con festividades de las otras dos religiones monoteístas. Precedida por la cuaresma, temporada de atrición, penitencia y preparación, reúne derrota y triunfo en un relato poderoso. Entrada triunfal a Jerusalén y luego pasión, muerte y la apoteosis de la resurrección.
Resucitar carga un significado que trasciende el signo religioso. Como el mito del Fénix, levantarse de las cenizas y reconstituirse en base a fuerza y decisión ha devenido símbolo del crecimiento personal y el desarrollo humano continuo. Representa la capacidad de evolucionar, aprender de las experiencias pasadas, alcanzando nuevos niveles de madurez, sabiduría y autorrealización. La resurrección puede ser vista como un recordatorio de la capacidad del ser humano para superar obstáculos y desafíos aparentemente insalvables. Es la habilidad de encontrar fuerza interna y recursos para enfrentar y conquistar dificultades.
Cada año bisiesto marca un punto de inflexión en el calendario dominicano: es temporada de elecciones, de triunfo y de derrota. En la tradición cristiana, la Semana Santa ofrece lecciones de fortaleza y de cobardía, pero sobre todo de esperanza. A partir del lunes próximo, los partidos políticos y sus candidatos avivarán sus esfuerzos para levantarse triunfantes el 19 de mayo. Habrá triunfadores y derrotados. La democracia dominicana ha sufrido grandes pruebas y emergido siempre con mayor fortaleza. No hay por qué dudar que en esta oportunidad ocurrirá exactamente igual. Muchos son los problemas, pero, afortunadamente, hay soluciones. La esperanza nunca se abate cuando la sociedad toda se involucra.
Disfrutemos del feriado de la Semana Santa, reflexionemos sobre nuestro presente y futuro, y confiemos en que la campaña electoral ayudará a que decidamos cuáles son las candidaturas más convenientes para el interés nacional.