Viajar a Cuba no me hace comunista. Visitar España no implica un respaldo a la monarquía. Ir a Estados Unidos no me convierte en un defensor del imperialismo y estar en Argentina no me hace seguidor de Milei.
¿Cuándo entenderán los fanáticos políticos que viajar es un acto de apoyo a los pueblos, no a sus gobiernos?
En tiempos de polarización, viajar se ha convertido en una declaración política para algunos. Desde los extremos del espectro político, cualquier visita a un destino gobernado por una ideología contraria puede ser erróneamente interpretada como un respaldo a sus gobiernos, cuando en realidad se trata de una interacción humana entre dos culturas.
Este intercambio cultural enriquece a todas las partes y puede contribuir a la caída de los extremos que mantienen a muchos bajo regímenes de opresión, y a otros bajo gobiernos que amenazan la sana convivencia y los avances sociales que hemos logrado como colectivo.
He visitado decenas de países cuyos regímenes no apoyo. De hecho, vivo en una colonia sometida (¡qué contradicción cuando hablo de libertad!).Get the Travel newsletter in your inbox.
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Al visitar un destino con diferencias respecto a sus gobernantes, debemos recordar que los gobiernos nunca representan al 100% de la diversidad y voces de un país. Algunos gobiernan con una mayoría democrática, otros se perpetúan en el poder con trucos y malabares, sin el verdadero apoyo de su gente. Pero detrás de ellos hay un pueblo diverso que, en la mayoría de los casos, clama y lucha por una sociedad más justa.
Es demagógico y un ejercicio de manipulación afirmar que “tu visita a un gobierno comunista o a una dictadura de derecha es un respaldo económico y político”.
A donde ir en 2024:A veces viajar depende los precios de los boletos aéreos
Al viajar, inevitablemente apoyas económicamente al gobierno de turno a través de impuestos, compras, visas o gastos, sin importar si es de extrema derecha o izquierda. Sin embargo, también apoyas a comunidades que dependen del turismo y que, en muchas ocasiones, es su única forma de sustento y su motor económico para seguir educando y aspirando a un cambio. Ese intercambio cultural muchas veces es la esperanza que les recuerda que un mundo mejor es posible y les mantiene con ganas de luchar contra lo injusto. Todos aprendemos de ese intercambio. Eso es lo verdaderamente importante.
No apoyo el genocidio de un estado contra otro ni las acciones terroristas de grupos extremistas. No respaldo a gobiernos que, en nombre de la «prosperidad económica», socavan la democracia y la libertad de expresión. No apoyo la represión de la diversidad y la equidad. No avalo la imposición de ninguna religión por parte del estado, el cual debe servir a todos, independientemente de nuestras creencias. No apoyo la ausencia de políticas sociales que garanticen el acceso a los recursos, incluso para los más desfavorecidos. Pero tampoco apoyo la penalización del éxito. Ninguna de estas posturas son contradictorias y se resumen en una sola declaración: no apoyo los extremos. Viajo para combatirlos.
Vivimos en un mundo de muchos grises y pocos absolutos. No hay país ni viajero o destino perfecto. Pero en todos lados hay gente luchando por un mundo mejor, y es a esa gente a la que me interesa llegar cuando viajo, y de la que quiero ser parte. Ese es el mensaje que trato de transmitir con cada una de mis interacciones: un mundo mejor es posible. Si viajar no nos sirve para esto, ¿de qué sirve viajar?