La joya olvidada del sur de la República Dominicana, es una tierra de contrastes extremos. Aguas turquesas que harían envidiar a cualquier destino caribeño, una biodiversidad única, sin embargo, una pobreza que pesa como una maldición histórica.
Ahora, con la fiebre del turismo de lujo y el descubrimiento de tierras raras en su suelo, la gran pregunta es: ¿será este el renacer de Pedernales o simplemente el siguiente capítulo a la desigualdad?
El sur profundo dominicano siempre ha estado al margen del desarrollo, mientras Santo Domingo y Punta Cana acumulan inversiones millonarias, Pedernales ha sido el patio trasero olvidado.
Con escasas oportunidades de empleo, una economía basada en la pesca y la agricultura de subsistencia y un acceso limitado a servicios básicos, la provincia tiene una de las tasas de pobreza más altas del país.
La pobreza aquí no es casualidad, es el resultado de décadas de políticas centralistas que solo miran hacia el sur cuando hay recursos que extraer.
Lo vimos con la minería de bauxita en la década de 1950, cuando Alcoa explotó el suelo pedernalense y se marchó dejando un cráter de miseria.
Ahora, la historia parece repetirse, pero con un giro más moderno: el turismo y las tierras raras.
Turismo de lujo: ¿para quién es el desarrollo?
El proyecto de Cabo Rojo, impulsado por el gobierno y el sector privado, promete convertir a Pedernales en el próximo polo turístico de la República Dominicana.
Se habla de hoteles cinco estrellas, aeropuertos modernos y empleos para la comunidad. Suena bien en papel y discursos pero la realidad del turismo dominicano nos dice otra cosa.
Basta mirar Punta Cana o Cap Cana, donde los grandes resorts se llevan la mayor parte de las ganancias y los trabajadores locales reciben salarios bajos en condiciones muchas veces precarias.
¿Qué garantiza que en Pedernales será diferente? ¿Se están preparando a los locales para beneficiarse de este boom o serán desplazados por inversionistas y empleados traídos de fuera?
El turismo de lujo también plantea otra amenaza: el acceso restringido a los recursos naturales.
La playa de Bahía de las Águilas, considerada una de las más hermosas del mundo, ¿seguirá siendo pública o pasará a manos privadas? ¿Los habitantes de Pedernales tendrán derecho a su propio territorio o solo serán testigos del paraíso desde la distancia?
Las tierras raras: ¿Bendición o nueva maldición?
En medio del debate sobre el turismo, surge otro factor aún más polémico: las tierras raras.
Se ha confirmado que en Pedernales existen yacimientos de estos minerales estratégicos, esenciales para la producción de tecnología de punta tales como, celulares, autos eléctricos, turbinas eólicas entre otros.
Esto podría convertir a la provincia en un centro minero de importancia global, atrayendo grandes capitales extranjeros.
Pero la minería en República Dominicana tiene un historial cuestionable. Empresas extranjeras han explotado recursos sin dejar beneficios reales para el país, mientras las comunidades locales lidian con la contaminación y la degradación ambiental.
La pregunta clave es: ¿será diferente esta vez o Pedernales solo cambiará una forma de explotación por otra?
El gobierno promete regulaciones estrictas y beneficios para la comunidad, pero la desconfianza es comprensible.
¿Cuánto de la riqueza generada se quedará en Pedernales y cuánto terminará en los bolsillos de corporaciones extranjeras y funcionarios bien conectados?
El dilema pedernalense: ¿Desarrollo real o espejismo?
Pedernales está en una encrucijada. Puede convertirse en un ejemplo de desarrollo inclusivo y sostenible, o en la última víctima del modelo extractivista que solo enriquece a unos pocos.
Si el turismo va a beneficiar a la comunidad, debe haber garantías de empleo digno, capacitación para los locales y acceso equitativo a los beneficios.
Si la minería de tierras raras es inevitable, debe haber regulaciones ambientales serias y un compromiso real de inversión en infraestructura, salud y educación para la provincia.
El tiempo dirá si Pedernales se transforma en un motor de progreso o si, una vez más, será otro territorio dominicano explotado y olvidado cuando ya no quede nada por sacar.