Con el inicio de la Semana Santa, una de las temporadas más esperadas por el sector turístico en Colombia, miles de personas se preparan para desconectarse de la rutina, compartir en familia o simplemente dejarse llevar por la aventura. Sin embargo, este momento de descanso también representa una valiosa oportunidad para reflexionar sobre la forma en que las personas se relacionan con los destinos que visitan. Y es que frente a los crecientes desafíos ambientales, organizaciones como WWF Colombia hacen un llamado a practicar un turismo responsable, centrado en el respeto por la naturaleza y en la adopción de hábitos que contribuyan a su conservación.
“Una de las principales recomendaciones para quienes desean practicar un turismo responsable durante Semana Santa es establecer una conexión genuina con la naturaleza. Esto implica un cambio fundamental en nuestra perspectiva: debemos reconocernos como parte integral del entorno natural, no como visitantes externos o ajenos a él. Cuando nos consideramos parte de la naturaleza en lugar de espectadores, desarrollamos una sensibilidad más profunda hacia los ecosistemas y los diversos seres vivos que los habitan, lo que naturalmente nos conduce a comportamientos más respetuosos y conscientes”, dijo Jeimy Cuadrado, coordinadora de recursos naturales y medios de vida de WWF Colombia.
En esa misma línea, Jair Mendoza Aldana, oficial de medios de vida y turismo regenerativo de WWF Colombia, también hace un llamado a asumir el turismo responsable como una práctica que debe ir acompañada de acciones concretas antes y durante cada viaje. Su recomendación abarca cuatro principios esenciales que orientan una experiencia turística más consciente y respetuosa:
“Dentro de este proceso de planificación, resulta especialmente valioso priorizar aquellos operadores turísticos y alojamientos que han asumido un compromiso verificable con la sostenibilidad. Estos establecimientos suelen implementar medidas concretas para minimizar su impacto ambiental, como sistemas eficientes de gestión de residuos, uso racional del agua y la energía, y políticas de respeto hacia la flora y fauna locales. Al dirigir nuestro poder adquisitivo hacia estos proveedores responsables, no solo reducimos nuestra propia huella ecológica, sino que también incentivamos financieramente prácticas empresariales sostenibles, contribuyendo a transformar gradualmente todo el sector turístico hacia modelos más respetuosos con el medio ambiente”, dijo Cuadrado.
Algo que debemos tener en cuenta, según la coordinadora, es que el turismo religioso genera una considerable afluencia de visitantes en espacios que habitualmente son áreas de descanso y recreación para la población local. Esto provoca el desplazamiento de los residentes y ocasiona impactos significativos debido a la concentración masiva de personas si se maneja de manera inadecuada.
“Otro de los efectos negativos del turismo masivo es el deterioro ambiental y social de los destinos. Entre los impactos más comunes se encuentran la erosión de senderos por el alto tránsito de personas, la contaminación de cuerpos de agua, la perturbación de la fauna local debido al ruido y la iluminación artificial, así como la acumulación de desechos. También se han reportado casos de uso ceremonial de especies vegetales potencialmente amenazadas, una concentración excesiva de visitantes en ecosistemas frágiles y la alteración del ritmo de vida cotidiano de las comunidades locales en sitios de peregrinación”, explicó Mendoza.
Frente a estos riesgos, el experto recomienda implementar, tanto a los operadores turísticos, iglesias, como a la comunidad, una serie de medidas orientadas a mitigar los impactos del turismo en los entornos naturales y sociales:
“Una de las prácticas clave para reducir el impacto ambiental durante los viajes es la gestión adecuada de los alimentos. El origen de los productos que consumimos tiene un efecto directo en la huella ecológica que dejamos. Por eso, es fundamental minimizar el desperdicio alimentario y, cuando este sea inevitable, asegurar su correcta disposición”, explicó Cuadrado.
Los residuos orgánicos se han convertido en una de las principales fuentes de contaminación ambiental mundial. Su descomposición inadecuada genera lixiviados y emisiones de gases de efecto invernadero, afectando suelos, aguas y atmósfera. Idealmente, estos restos deberían ser destinados a composteras, donde se transforman en nutrientes que enriquecen el suelo. Sin embargo, si no se manejan correctamente, se convierten en focos de contaminación que pueden alterar ecosistemas completos.
Para mitigar este problema, la experta recomienda adoptar medidas prácticas como planificar las comidas con antelación para evitar excedentes, almacenar adecuadamente los alimentos para prolongar su vida útil y familiarizarse con los sistemas locales de gestión de residuos en cada destino.
Otra área crítica para reducir el impacto es:
“Es fundamental recordar que en todas las épocas del año, no solo durante festividades como Navidad o Semana Santa, debemos evitar la adquisición de souvenirs o recordatorios elaborados a partir de elementos naturales como conchas, corales, caracoles u otras partes de fauna o flora silvestre. Estas prácticas, aparentemente inocentes, tienen consecuencias significativas en el equilibrio de los ecosistemas“, dijo la experta.
Al adquirir accesorios u ornamentos durante los viajes, es importante elegir productos elaborados con materiales sostenibles, como maderas certificadas de especies no amenazadas, y evitar aquellos derivados de fauna silvestre. Elementos como las conchas marinas, por ejemplo, cumplen funciones ecológicas cruciales: sirven de refugio para especies como los cangrejos ermitaños y forman parte de ciclos naturales esenciales para la salud de los ecosistemas. Su extracción con fines decorativos altera estos procesos y contribuye a la pérdida de biodiversidad.
Asimismo, si viaja por ejemplo a destinos con playa, debe ser conciente que estas zonas naturales albergan un delicado equilibrio ecológico donde cada elemento cumple una función vital. Los fragmentos de coral y conchas no son simples recuerdos para llevarse, sino componentes esenciales en la formación de arena, un recurso que tarda décadas o siglos en regenerarse mediante complejos procesos biogeoquímicos. Extraer arena o elementos naturales, incluso en cantidades pequeñas, interrumpe estos ciclos y contribuye a la degradación de ecosistemas costeros, comprometiendo su belleza y funcionalidad para las generaciones futuras.
“Conocer previamente la biodiversidad y los desafíos ambientales de nuestros destinos turísticos nos permite viajar de manera más consciente y responsable. Esta preparación nos ayuda a empacar lo estrictamente necesario, mientras que familiarizarnos con las costumbres locales y tradiciones de las comunidades indígenas, afrodescendientes o campesinas fomenta relaciones de respeto y empatía. Al comprender las prácticas culturales de los pobladores y su conexión con el entorno natural, enriquecemos nuestra experiencia de viaje y participamos en intercambios genuinos que valoran tanto el patrimonio cultural como los ecosistemas que visitamos”, aseguró la experta.
En esa misma línea, Jair Mendoza concluye con una serie de recomendaciones clave para fomentar un turismo más consciente y respetuoso con el entorno natural y social: