La República Dominicana ya es grande, pero lo que se está gestando en materia turística la hará aún más deslumbrante

Lo ya alcanzado y consolidado en materia turística en la República Dominicana es, sin duda, de proporciones memorables. Pero lo que se avecina, lo que florece en este preciso instante como promesa pujante y luminosa, es aún más grandioso, más seductor, más revelador. Hay un soplo de aire nuevo que recorre el país, un impulso firme y entusiasta que anima las nuevas iniciativas, renovando con vigor y visión el horizonte del desarrollo turístico de esta media isla prodigiosa.

El alma turística dominicana no solo se sustenta en lo ya construido, sino que vibra con la energía de lo que está naciendo: un modelo que se encamina con paso firme hacia la excelencia, la sostenibilidad y la autenticidad como sello distintivo de su oferta. Todo ello convierte a la República Dominicana en una garantía de calidad, una joya en ascenso cuya proyección internacional despierta asombro y admiración en la región y en el mundo.

Los números, el incesante y creciente flujo de visitantes que arriban día tras día, mes tras mes, a lo largo del año, son el mejor testimonio de lo que se ha logrado. Son las cifras vivas de un sueño que se materializa, el reflejo cuantificable del orgullo que sentimos al contemplar la obra realizada y, más aún, al vislumbrar el futuro que se avecina.

Ya están firmemente consolidados los grandes polos turísticos del país, verdaderas catedrales del descanso y el asombro: Punta Cana, con su entorno deslumbrante de Cap Cana, Bávaro, Macao, Uvero Alto y Juanillo. Puerto Plata, con su alma histórica y sus encantos costeros en Sosúa, Cabarete, Maimón y Río San Juan. La Romana, con el embrujo cultural de Altos de Chavón, las arenas de Bayahibe y el embrujo insular de Saona y Catalina. Samaná, ese paraíso aún intacto, que abraza la naturaleza exuberante de Las Terrenas, Playa Bonita, Las Ballenas, Rincón, El Portillo y Cosón.

Y sin embargo, lo más fascinante es que lo mejor aún está por escribirse. Porque lo que viene, lo que se está gestando en las entrañas del sur profundo, en las alturas verdes del Cibao y en las costas menos exploradas, es una promesa aún más audaz y cautivadora. Pedernales, Miches, Punta Bergantín, Jarabacoa, Santiago, Monte Cristi: nombres que comienzan a sonar con la fuerza de lo inminente, con la belleza de lo nuevo, con la esperanza de lo transformador.

Es en estos destinos emergentes donde se está dibujando el nuevo mapa del turismo dominicano. Un mapa que no solo busca atraer visitantes, sino enamorarlos. Un mapa que no solo muestra playas, sino experiencias; que no solo exhibe cifras, sino historias; que no solo proyecta crecimiento, sino un legado de autenticidad, inclusión y respeto por nuestra riqueza natural y cultural.

La República Dominicana ya es grande, pero lo que se está gestando la hará aún más deslumbrante.