España va bien. En una simpática voltereta del destino, el sanchismo copia aquel mantra de Aznar a finales del pasado siglo. Después vino lo que vino. Pero a Sánchez y compañía, ahora le viene que ni pintado el concepto. ¿Qué más da que los políticos roben un poco si la economía, que es lo que importa, presenta unos números más que correctos? Aparte del pequeño detalle, que ya tratamos por aquí, de quién se está beneficiando realmente de ese “viento de cola” (spoiler: usted no), el problema de esta estrategia es el cortoplacismo. ¿Se está aprovechando la bonanza para apuntalar una estructura sana y sólida que aguante cuando las cosas se tuerzan?
Un par de detalles sobre el turismo, principal artífice de ese buen momento puntual, nos hacen sospechar que los tiros no van por ahí. Empecemos por los euros contantes y sonantes. La patronal del sector, Exceltur, presentó hace un par de semanas el balance turístico empresarial del segundo trimestre del año y las previsiones del verano actual. Se congratularon de que “el turismo mantiene su fortaleza”… pero “no es indemne a la creciente complejidad e incertidumbre del contexto geoeconómico internacional”. Aunque el crecimiento del PIB turístico del segundo trimestre se acelera ligeramente (un 3,6% más que en el mismo periodo que el año anterior)… pero “por debajo de lo esperado en abril (+4,0%)”.
Y lo peor: “Tras un primer semestre levemente por debajo de lo previsto y una segunda mitad del año marcada por un contexto macroeconómico más adverso e incierto, se revisa a la baja la previsión de crecimiento del PIB turístico real para 2025, situándola en el +3,3%, frente al +4,0% estimado a comienzos de año”. A pesar de ello, el turismo se mantiene como “el principal motor de la economía española, aportando el 18,3% del crecimiento previsto para 2025, muy por encima de su peso en el PIB, que alcanzará el 13,2% gracias a una actividad estimada en 220.000 millones de euros”.