En 2026, el turismo mundial avanzará en un entorno menos estable, más cálido y mucho más complejo. La buena noticia: las ganas de viajar siguen intactas y las llegadas internacionales han recuperado, e incluso superado, los niveles previos a la pandemia. Pero este crecimiento se da sobre un terreno frágil: aceleración del cambio climático, guerras regionales, tensiones económicas y una revolución tecnológica sin precedentes con la Inteligencia Artificial.
Para los profesionales del turismo, 2026 ya no se resume en curvas de llegadas y pernoctaciones. El reto es seguir acogiendo, protegiendo y conectando personas en un contexto de riesgos crecientes, convirtiendo las amenazas en oportunidades reales de negocio.
Las previsiones, a partir de datos de la OMT, de la OCDE, del WTTC o del Banco Mundial, apuntan a un turismo mundial en expansión moderada: más viajeros, más ingresos, pero en una economía global ralentizada. Las clases medias tienen que afrontar la inflación y elegir entre energía, vivienda, alimentación… y vacaciones.
En la práctica, esto significa más viajes, pero a menudo más cortos, más reservas de última hora y una sensibilidad extrema al “valor por dinero”. Para los destinos turísticos y empresas muy dependientes del turismo como en España, el desafío es doble: capitalizar el rebote de la demanda y, al mismo tiempo, reforzar la resiliencia económica y social sin perder de vista el impacto ambiental. Quien logre este equilibrio ganará cuota de mercado y reputación.
El cambio climático ya no es ruido de fondo: decide temporadas, percepciones de seguridad y la propia habitabilidad de ciertos destinos. En Europa y la cuenca mediterránea, las olas de calor, las sequías, los incendios y las inundaciones se multiplican. Algunos veranos se vuelven literalmente “invendibles” para ciertos segmentos, que desplazan sus viajes a primavera u otoño, o migran hacia zonas más frescas: Atlántico norte, montaña, Europa del Norte.
En el Medio Oriente y el norte de África, el aumento de temperaturas extremas y episodios de lluvia torrencial obliga a replantear la experiencia completa: horarios, actividades, diseño urbano, sombra, gestión del agua. Si no se adapta la oferta, la experiencia del cliente se resiente y la reputación también.
En islas pequeñas y zonas costeras, la subida del nivel del mar, la erosión de playas y el aumento de ciclones amenazan directamente el producto “paraíso”. Quien anticipe estos cambios y los explique bien al mercado podrá posicionarse como “destino seguro y responsable” frente a un clima inestable.
Los conflictos no solo cierran destinos; reconfiguran flujos, corredores aéreos y percepciones regionales. No hablaremos de Ucrania o Sudán o África o Venezuela. En Gaza y el entorno regional, la guerra ha frenado de golpe una dinámica muy positiva. Los flujos hacia Israel, Palestina, Jordania o Egipto se resienten; muchos viajes religiosos y culturales se reprograman o se cancelan. Incluso destinos percibidos como seguros deben invertir más en comunicación de confianza, protocolos de seguridad y gestión de la incertidumbre.
Frente a este entorno complejo, las tendencias identificadas por Amadeus y Globetrender muestran cómo está cambiando la demanda y dónde se abren nuevas ventanas de negocio. Por ejemplo, integrar a los animales en el diseño del viaje: los viajeros quieren llevar a sus mascotas consigo. Aeropuertos, alojamientos, transporte, actividades… toda la cadena de valor debe adaptarse. Pero se enfrentarán a riesgos: si no hay reglas claras (bienestar animal, higiene, convivencia), el “plus” puede transformarse en conflicto y mala reputación. Profesionales que diseñen políticas y servicios serios ganarán ventaja competitiva.
Es una nueva tendencia que va más allá de una moda: series, películas, videojuegos y grandes convenciones impulsan millones de viajes. Los clientes ya no quieren solo “ver un lugar”; quieren “entrar en la historia” de su serie o universo favorito.
Para los destinos, el reto es pasar del selfi al producto sostenible con rutas guiadas con narrativa, aforos limitados y beneficio local o experiencias inmersivas que respeten la vida cotidiana de los barrios. Quien lo haga bien puede obtener altos ingresos y reputación de destino creativo, sin caer en la saturación ni en la “disneyficación”.
Otra tendencia subrayada por Amadeus y Globetrender, las estancias “a la carta”: hiperpersonalización del alojamiento. La nueva tecnología de reservas permite vender algo más que un tipo de habitación: se vende una configuración precisa: planta, orientación, insonorización, espacio de trabajo, equipamiento deportivo, saunas, experiencias de bienestar… Es el objetivo conseguido con gran éxito por una empresa tecnológica ubicada en Mallorca, Hotelverse Technologies SL.
Cada vez más personas viajan para probar el futuro: ciudades inteligentes, robots de servicio, pagos biométricos, restaurantes experimentales… En este contexto, el despliegue de los robotaxis de Waymo (Alphabet Inc. – Google) en Londres a partir de 2026 se convertirá en una experiencia turística en sí misma: subir a un coche sin conductor formará parte del “relato” de la visita. Ya lo han experimentado en San Francisco y la Silicon Valley, en Los Ángeles, en Shanghái…
Entonces, ¿cómo será 2026 para el turismo mundial? Será, con toda probabilidad, un año de transición: más viajeros, más riesgos, más tecnología, más exigencia.
Para los profesionales del sector, las claves serán incorporar el clima a la toma de decisiones: temporadas, producto, infraestructuras, comunicación, precios; también, gestionar la incertidumbre geopolítica con información transparente, protocolos claros y empatía hacia socios y comunidades locales. A lo mejor, con una nueva visión: convertir cada viaje en un ejercicio de convivencia: favorecer el encuentro real entre visitantes y residentes, explicar contextos, contar historias que humanicen. En 2026, esa puede ser la ventaja competitiva más poderosa: ofrecer experiencias que no tan solo generan ingresos, sino que también construyen puentes entre personas, culturas y territorios.