Hoy es 25 de diciembre.
Ese día raro del año donde:
– todos sonríen un poco más de lo normal
– hay abrazos que duran medio segundo extra
– y fingimos que no hablamos de dinero, política o herencias.
Magia pura.
La Navidad tiene algo curioso…
Nos recuerda que la familia sigue siendo el centro del juego, aunque el mundo moderno haga todo lo posible por distraernos con pantallas, ruido y “logra esto solo”.
No es casualidad.
La familia es incómoda.
Y todo lo que tiene poder… incomoda.
Ahí aprendes a:
– negociar sin manual
– lidiar con egos (incluido el tuyo)
– liderar sin título
– y construir algo sin poder bloquear a la otra persona.
Por eso algunos sistemas preferirían familias rotas, desconectadas o anestesiadas.
Porque una familia fuerte crea personas fuertes.
Y eso… no siempre conviene.
Ahora, aclaremos algo antes de que el pavo se enfríe:
Familia no significa aguantar faltas de respeto.
No significa tragarte todo “porque es Navidad”.
Y no significa permitir que alguien cruce tus límites solo por compartir apellido.
A veces la paz familiar también incluye
poner distancia,
decir “hasta aquí”,
o mandar al carajo a alguien…
con amor, pero firme.
Eso también es madurar…
Hoy no quiero darte lecciones.
Ni ponerme profundo.
Ni venderte nada.
Solo quería decirte esto:
Disfruta hoy.
Come sin culpa.
Ríe si se da.
Y si no… al menos descansa.
Porque mañana empezamos a hablar de cosas interesantes.
De esas que no se dicen en la mesa,
pero que cambian el rumbo del año.
Feliz Navidad 
— Edgady.
P.D. Mañana no vengo con villancicos. Vengo con ideas.