Siete décadas sudando la fiebre por el Pico Duarte

Siete décadas sudando la fiebre por el Pico Duarte
Siete décadas sudando la fiebre por el Pico Duarte

Los dominicanos llevan más de 70 años promoviendo excursiones de senderistas hacia el Pico Duarte. Los valles y montañas aledañas a su cima guardan las rutas más conocidas por los amantes del turismo ecológico y atraen caminantes de toda la isla de Santo Domingo y el extranjero.

Uno de los acontecimientos que impulsó la fiebre por recorrer los caminos de la Cordillera Central de los hoy parques nacionales José del Carmen Ramírez y José Armando Bermúdez se produjo para 1944.

Cuando República Dominicana se aprestaba a celebrar el primer centenario de la Independencia Nacional la Casa Tavares Sucesores, de Santiago, organizó un concurso para alcanzar la cima del entonces Pico Trujillo y, así, promover la fundación del Club de Alpinismo Dominicano.

Seis grupos de entusiastas se hicieron a la aventura que prometía un premio metálico de RD$300. El evento atraía la atención de la sociedad de entonces y, al mismo tiempo, ofrecía a los exploradores la oportunidad de formar parte de un club exclusivo gestado bajo la asesoría de un conocido alpinista español.

Constancio Bernaldo de Quirós, escritor, sociólogo, jurista y catedrático, había fundado el Club de Alpinismo Peñalara, en España. Tras la Guerra Civil terminó consumiendo parte de su exilio en República Dominicana, a donde llegó después de estar en Francia. De aquí partió para Cuba y luego a México hasta su muerte en 1959.

enderistas que encabezaban Federico W. Lithgow, Alberto García Godoy y Luperón Flores se toparon con la loma La Pelona y el hoy Pico Duarte el viernes 31 de diciembre de 1943. Su relato, y el de los demás competidores, está recogido en el libro “Alpinismo en Santo Domingo”, publicado en 1978 por Manuel de Jesús Tavares Sucesores, C. por A. y colaboradores.

Los “Teníamos frente a los ojos un paisaje que la fantasía más exaltada de un pintor nunca podrá superar. A nuestra derecha y al Oeste más o menos, una eminencia alta, imponente, en forma de media esfera, toda cubierta de pajón amarillo y de hermosos pinos; a nuestra izquierda y al Este, otra eminencia en forma de gajo largo y estrecho, en cuya cumbre se ven tres grandes montículos de piedras gigantescas, como hacinadas por las manos de mil cíclopes hercúleos”.

Habían empezado el viaje por Los Montones, San José de las Matas, el 26 de diciembre. Al día siguiente, por esa misma ruta partirían cuatro equipos: Sebastián Alfonso Mera, Fernando Fortiñas, Juan Ramón Sebastián Mera, Raúl González y Martín Ramírez; Ulises Franco Fondeur, Guillermo Dalmau Febles y Sixto Llinás; Luis Emilio Tavárez S., Rafael Cerda, Nemesio Rodríguez, y el de José Herrera, José Enrique Santelises y Rafael Estévez.

Pomponio Echavarría, Martín Ortiz, Julio Espino y Rafael Marcelino E. entraron por la ruta de Jarabacoa, La Vega, el 29 de diciembre de 1943.

Guías y turoperadores del Pico Duarte

La pasión de los alpinistas abre paso al servicio de guías, una actividad económica que en la actualidad sirve de medio de sustento a decenas de familias del entorno de los parques nacionales de la zona del Pico Duarte.

En La Ciénega y en Manabao, Jarabacoa, provincia La Vega, hay dos asociaciones con 128 guías; y en Matagrande, San José de las Matas, Santiago, una con 18, mientras que la de Sabaneta, en San Juan de la Maguana, cuenta con 20.

Los seis grupos de senderistas que compitieron en 1943 se juntaron próximo a su destino el 31 de diciembre y acordaron un pacto de caballeros para terminar de subir juntos el 1 de enero.

El relato del grupo de Federico W. Lithgow explica: “Sin este acuerdo, el concurso habría sido algo sin belleza ni caballerosidad; si a medianoche, los sesenta hombres que componían la totalidad de los diferentes grupos, se hubieran dado a la tarea de escalar la cima pedregosa del Pico Trujillo, cima que apenas tiene cabida para diez o quince personas, y rodeada de desfiladeros, de simas que dan vértigos, el concurso habría degenerado en una porción de accidentes mortales”.

Federico W. Lithgow volvió otras veces al pico, como relata el legendario guía Juan Canela, en el libro “Rumbo al Pico Duarte”, publicado por José Díaz en 1997.

Juan Canela, nacido en 1936 (quien en la actualidad reside en Jarabacoa) explica, conforme al texto, que tendría 13 años de edad cuando se sumó a una de las travesías de W. Lithgow y otras 13 personas de Santiago que iban camino a La Rucilla Vieja, que a partir de ese momento se empezó a conocer como “La Quebradita de Lithgow”.

El guía relata que se dedicó, además de servir a excursionistas, a cazar puercos cimarrones en las montañas. Cuenta que unos señores de Santiago, apellidos Espaillat y Robiou cercaron áreas y establecieron potreros en La Compartición y el Valle del Tetero.

En los años siguientes, conforme al testimonio de Canela —quien confiesa al autor del libro el haber visto una ciguapa corretear en el monte—, los viajes empezaron a ser hechos por los Scouts de Santiago en grupos de 15 a 25 personas. Además, que a partir de 1976 un sacerdote a quien identifica como “Chucho” organizaba excursiones con mayor regularidad.

Los senderistas de finales de 1943 y los de la década de 1970 son los precursores de una actividad ahora común, con un conjunto de turoperadores que organizan excursiones con frecuencia al Pico Duarte.

La protección de la zona como área de nacimiento de importantes ríos, como el Yaque del Norte, y su aprovechamiento como espacio natural de recreación para el ecoturismo tomó mayor impulso más adelante, cuando la compañía licorera Barceló promovió la grabación del merengue que honra a Juan Canela, “el hombre que vino y aprendió a hablar con los pinos”. (¿Juan Canela… y se secan los ríos…?)

Joel Román, de Guías de Alturas, explica que su grupo realiza excursiones desde 2012. “Estamos conformados por 6 guías líderes, más una cantidad de locales que nos acompañan a las excursiones dependiendo el tamaño del grupo; estos guías líderes son los que más contacto tienen con el cliente debido a su formación. Poseen certificación en Primeros Auxilios y experiencia en montañas fuera del país”.

“Al Pico Duarte hemos ido más de 40 veces en grupos pequeños y grandes. Solo en este enero de 2017 tuvimos cuatro excursiones al pico si Dios lo permite”, dice Román.

Edwin Urbáez, de Team Force RD, explica que realiza excursiones desde 2015, aunque lo hacía desde 2010 con menor frecuencia. “Hemos realizado cuatro viajes al Pico Duarte, 3 por La Ciénaga y uno por Matagrande, Santiago”, dice.

En 2016 Team Force RD llevó dos grupos y este 2017 uno. Cada excursionista hizo una contribución de RD$6,000. El turoperador utilizó cuatro guías, a los que pagó RD$8,750 y utilizó 13 mulas (9 de carga y 5 para caminantes agotados). Por el derecho a utilizar los animales debieron pagar RD$17,550.

El costo por excursionista depende del número de participantes y de la ruta recorrida. Gaudencio Jarquín, del Colegio Babeque, formó parte de un grupo de 40 alpinistas guiados por Senderos Hispaniola. Los participantes debieron pagar RD$11,000 cada uno y recorrieron, entre el 3 y el 8 de enero una ruta que partió de Matagrande y salió por La Ciénega.

el Pico Duarte.

“El próximo año queremos hacer el recorrido entrando por Constanza y el año siguiente por Sabaneta”, dice Jarquín, con el mismo espíritu de aventura de los que en 1943 recorrieron los caminos de la Cordillera Central para abrir pasos al alpinismo, una actividad que, aunque deja beneficios a distintas comunidades, podría contribuir más al desarrollo del sector turístico dominicano.

En ruta a las alturas

El concurso de alpinismo disponía que los participantes debían cumplir 9 reglas. La primera era llamar desde la última población que tuviera teléfono para notificar a las redacciones de La Información, de Santiago, y La Nación, en la capital, que estaba partiendo para el pico. Las reglas obligaban a que al menos tres de los dominicanos que llegaran a la cumbre supieran leer y escribir para firmar y levantar un acta.

Los guías fungían de testigos. Uno de los miembros de cada expedición debía registrar la travesía en imágenes y otro debía escribir una bitácora. Las seis están recogidas en el libro “El alpinismo en Santo Domingo”, impreso en España en 1978 bajo el cuidado de Editora de Santo Domingo.

“Al concebir este proyecto nos inspira, además, el deseo de fomentar el interés en las excursiones a nuestras montañas, increíblemente desconocidas por la mayoría de nuestro compatriotas”, explicó Manuel de Jesús Tavares Sucesores en el primer anuncio del concurso, publicado en La Información, el 23 de noviembre 1943.

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