Por qué un turista responsable nunca compraría un imán para la nevera

Por qué un turista responsable nunca compraría un imán para la nevera
Por qué un turista responsable nunca compraría un imán para la nevera

Artesanía local antes que ‘souvenirs’. Repensar qué llevar en la maleta antes que hacerla sin ton ni son. Y, por supuesto, respeto al medio ambiente. Estas son algunas de las claves para viajar de manera sostenible

Si las vacaciones en un resort con todo incluido son una imagen de los años previos a la crisis, el turismo sostenible representa la mayor conciencia medioambiental del turista en esta década. Pero esta manera de viajar va más allá del respeto al entorno, del uso responsable de los recursos y de los residuos que se generan durante el viaje.

Es un conjunto de buenas prácticas que busca repercutir positivamente en las comunidades locales que se visitan desde un plano social, económico y medioambiental. Y algo más: el turista responsable se comporta como tal bastante antes de llegar al destino, incluido el momento de hacer el equipaje.

La maleta del viajero sostenible

¿Te pasas o no llegas? Pincha en cada elemento y compara tu equipaje de esta Semana Santa con esta propuesta de maleta sostenible. Tú decides

El ciudadano consume de manera cada vez más responsable. «Hay que aplicar fuera los mismos valores que practicamos en casa. Debemos preguntar a las agencias por viajes de este tipo, indagar y asegurarnos de que se traduce en acciones concretas», sostiene Jesús Martín, presidente de la asociación de turismo sostenible Aethnic, de Barcelona. «Y en destino, consumir productos locales y huir de las multinacionales turísticas que no generan beneficios para la población, buscar proyectos de turismo comunitario, establecer contacto real con la gente…».

Entre ‘greenwashing’ y el ‘ecopostureo’

Pero no todos los viajes que se anuncian como sostenibles lo son realmente: la moda del greenwashing (dar a entender que lo que se vende respeta realmente el medio ambiente con el único objetivo de ganar más) implica que la sostenibilidad del viaje comienza ya en la elección de las agencias y empresas elegidas, conociendo de antemano sus prácticas verdes.

Una manera de guiarse consiste en buscar operadores y destinos que cuenten con alguna certificación o principios basados en el turismo sostenible.

Algunos ejemplos son las agencias de Viajes El Corte Inglés, que disponen de un decálogo del viajero responsable, la certificación de Biosphere (Gijón cuenta con el sello que otorga este organismo apoyado por la Unesco) o Green Globe, que garantiza respeto al entorno natural, los derechos sociales de la comunidad y el fomento de la economía local y del intercambio cultural.

En ese descubrimiento de la realidad local no entra el ecopostureo, es decir, hacerse una foto en un entorno natural sin el debido respeto al mismo o fotografiarse con un grupo de lugareños para subirlo a las redes sociales. «Recuerda que no puedes ir por ahí haciendo fotografías como si fueras un cazador: pídele permiso a las personas antes de nada», recomienda Martín. El viajero sostenible se acerca a ellos con respeto y amabilidad, predispuesto a conocer su cultura.

Martín pone como ejemplo de sostenibilidad el proyecto Kalamisso. Los viajeros aprenden a trabajar la hoja de palma con las mujeres de Casamance, en el sur de Senegal, a través de un taller en el que pasan juntos una mañana.

«Se ensalza el conocimiento de esta comunidad local y se apoya una actividad económica» que redunda en su beneficio, explica. «Se genera una relación diferente, no es el rol tradicional del blanco que visita el país», añade.

Cinco propuestas (responsables) de turismo

El Corte Inglés fomenta los viajes responsables. Por ello ha elaborado un folleto especial con una gran oferta de destinos que cumplen unos requisitos de sostenibilidad que van más allá del respeto por el medio ambiente. Estos son algunos ejemplos concretos:

Buscar información antes de viajar al destino permite familiarizarse con su historia, cultura, tradiciones… Y saber cómo acercarse sin resultar irrespetuoso con sus valores o su forma de vida. Una vez allí, se puede disfrutar del entorno sin dañarlo. Huelga recordar que no se deben arrancar flores o corales ni comprar, por ejemplo, marfil, que fomenta la caza furtiva de elefantes.

No solo depende del viajero

Al llegar al destino, conviene establecer un vínculo real con los lugareños y beneficiarse de su conocimiento. “Contrata los servicios de un guía local que conozca la población, que te abra las puertas y te permita introducirte en su cultura”, explica Martín. Para los que vayan por su cuenta, es preferible el transporte colectivo al particular y moverse a pie o en bicicleta cuando sea posible.

Por muchas buenas prácticas que emplee el viajero, hay veces que no solo depende de su voluntad; con frecuencia faltan recursos en el destino. Aunque el viajero tenga libertad de acción, está condicionado por el modelo turístico imperante (ser sostenible en Benidorm o Barcelona resulta mucho más complicado). «Hay que dar herramientas al destino para que desarrolle iniciativas sostenibles con participación local. Necesitamos un viajero responsable, pero también un anfitrión que sepa lo que es la sostenibilidad y la responsabilidad turística», concluye Martín.

Teruel también es responsable

¿Puede el turismo sostenible contribuir a parar la despoblación en España? El proyecto de la sierra de Guadarrama Los paisajes de la sierra de Madrid se sientan a la mesa es un ejemplo de que sí.

En él participan ayuntamientos, productores, restaurantes y agentes de viaje y se organizan talleres de formación para una mejor comercialización del producto agroalimentario de la zona.

El resultado es que el turista se acerque de manera natural al género local y contribuya a la economía de la región con el consumo de sus productos.

Teruel, una de las provincias más despobladas del país, es otro ejemplo. Su Diputación organiza las Jornadas de Turismo Sostenible para sensibilizar al sector público y privado sobre esta relación. Albarracín, ubicado en esta provincia, fue elegido el año pasado el pueblo más bonito de España por los lectores de EL PAÍS y representa un ejemplo de recuperación de una rica historia multicultural que repercute directamente en la atracción de turismo de calidad.

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