Concluida la Feria de Turismo de Madrid (FITUR) y vistas y analizadas las tendencias del sector para los próximos años, cada vez estoy más convencido de que la apuesta de Mojácar por el turismo de calidad, por el turismo de familia, por el turismo del descanso o por el turismo de notable poder adquisitivo no solo era necesaria y acertada, sino que es la única vía entendible para permanecer y crecer como referente, tanto en el panorama nacional como internacional. Por fortuna para los que viven en la población del levante, como para todos aquellos que la visitamos, Rose Mary Cano, alcaldesa, se dio cuenta a tiempo de la necesidad, urgente y perentoria, de regular la avalancha que se avecinaba de celebraciones multitudinarias de despedidas de soltero, tan garrulas como limitadas, en el aspecto pecuniario para la localidad. Limitar este tipo de propuestas en favor de aquellos que ven al municipio como un lugar para descansar, de búsqueda de sol, tranquilidad y sosiego, aderezado, como no, con la diversión común cuando se está de vacaciones, se me antoja uno de las mayores propuestas que el Ayuntamiento está llevando a cabo, de cara a garantizar el futuro de Mojácar como destino de excelencia en el mercado turístico mundial.
Pero huir del turismo descontrolado, de los viajes en autobús con copas incluidas en macrodiscotecas de playa o las borracheras aseguradas por un puñado de euros, entiendo que es el mejor de los argumentos que esgrimir ante los grandes operadores del turismo europeo, para garantizar que aquellos que decidan pasar sus vacaciones en el municipio del levante de Almería, tengan garantizado el descanso, no exento -no nos olvidemos- de la necesaria diversión, que para eso estamos de vacaciones. La prueba del algodón de que se hace lo correcto, que se camina en la dirección acertada, es que aquellos destinos que en los últimos años han vendido el turismo de borrachera y descontrol, como la fórmula del éxito – me refiero a localidades de la costa catalana o algunas otras de Baleares, han dado un paso atrás, en un intento de recobrar la compostura, la normalidad y, porqué no decirlo, el aumento de ingresos depauperado con propuestas y paquetes que poco tenían que ver con el beneficio y el desarrollo de estas poblaciones. El valor añadido no se quedaba aquí, sino en los lugares de origen. Pero lo que si permanece o se sufre son los destrozos de mobiliarios, los daños en parques y jardines y el reguero de vomitonas y de orina que cada día los trabajadores de la limpieza deben limpiar cuando la mañana acecha y los que se han bebido hasta las fuentes se retiran a dormir la mona a sus hoteles. Mojácar, de ninguna de las maneras, debe caminar en este sentido. La limitación de horarios y el control de locales es y debe seguir siendo la base sobre la que se asiente el futuro que está por venir.